Nomadland

Nomadland

Francis McDormand logra con miradas, con sonrisas leves, con suspiros, lo que a varios actores les llevaría un monólogo. Triste, quizá un lado B poco frecuente en el cine norteamericano, la vida en la carretera pero no por elección, por destino.


9 Butacas



Fern es el personaje de McDormand, ya la vemos en la ruta desde el comienzo, pero es preciso entender de dónde viene, por qué esa soledad.

Vivía en Empire, un pueblo de esos entrañables en el que todos trabajan en la misma fábrica. Cuando cierra, el pueblo cierra. Así de fácil, así de capitalismo, así de cruel.

Cierra el pueblo y en unas semanas desaparece el código postal. Y también muere su esposo, no se puede reponer de su enfermedad y muere.

Todo lo que tenían ya no está, y Fern equipa su camioneta y sale a la ruta.

La película, dirigida con sutileza y poesía por la china Chloé Zhao, revela cómo es esa vida en la ruta, desde lo mínimo, lo doméstico, hasta los paisajes, los peligros, la gente con la que Fern se cruza que vive la misma vida, los nómades.

Trabajos temporarios, un enorme depósito de Amazon en medio de la nada, que contrata esos trabajadores golondrina para las compras de las fiestas, o el parque de atracciones que abre solo en verano y los tiene en el elenco de los restaurantes y los guías de paseos.

Un lado B de la vejez activa porque no alcanza con la jubilación (550 dólares mensuales) pero a la vez el lado A de vidas que eligen ese camino. Que prefieren esa soledad compartida al cobijo y el techo de lugares en los que no se sienten a gusto.

Nomadland explora esas almas solitarias, que ven la belleza en puestas de sol increíbles, que comparten todo lo que tienen, desde el fuego a la comida, y que parten antes de acostumbrarse. De los que quieren morir en un lugar determinado de la vasta geografía de Estados Unidos, y todo el viaje es el viaje final siempre.

Fern fluye, no se queda quieta en ningún lugar, no se deja abrazar para no tentarse con quedarse, parece inmune al afecto y de tanto andar sola, a veces es hiriente con quién se cree cercano. 

Pero a la vez es capaz de sentirse protegida por un desconocido que le habla en el camino, son almas libres que comparten ruta.

Los personajes que están en la película, a la manera de Carlos Sorín en Historias mínimas, no son actores, son personajes reales con vidas reales que van de un lado a otro compartiendo partes de ese viaje con otras almas gemelas.

Es de una belleza brutal la película, por las imágenes, por la profundidad de la interpretación de esta enorme actriz que es McDormand, por la potencia simple de una historia que es más frecuente de lo que suponemos. La soledad, el camino, la escasez en el país de la abundancia.

Es una road movie conmovedora y sutil, reveladora de un colectivo que nos pasa desapercibido, no son los jubilados pudientes en sus grandes motor homes, son los caídos del sistema o los que nunca estuvieron en el "corporate american" y tienen que arreglarse para subsistir.

Otro punto a favor es una banda de sonido hermosa, de Ludovico Einaudi, que completa la belleza tranquila del film.

Belleza en lo simple, transformar la adversidad en modo de vida, dejarse llevar. Un mundo en el que quisiéramos ayudar a la protagonista, redimirla, pero ella no quiere ser redimida, esa es la vida que tiene por delante.

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