The father

The father

Formato teatral, actuaciones por encima de la media, tensión permanente entre el golpe bajo o el melodrama y la necesidad de contar la vejez desde otro lado, desde la cabeza de un padre que no puede hacer pie en la realidad.


8 Butacas



Hay en esta película una interesante estructura que nos fija en algunos objetos, para que no perdamos nosotros también el sentido de realidad, un reloj, una pintura, la misma conversación y un pollo para la cena, son los elementos que nos anclan el relato, que es laminado y vuelto a visitar en la mente por el (de nuevo actor) Anthony Hopkins.

Hopkins vuelve a ofrecer una actuación sencillamente extraordinaria (viene de varias películas en las que parecía estar definitivamente orientado al pago de cuentas) en la que logra llevarnos de la mano y meternos en su cabeza octogenaria, oxidada y confusa, para confundirnos con él, angustiarnos y emocionarnos.

La estructura de la película, de extraordinarios recursos narrativos que nos hacen hasta prescindir de la escenografía, nos sitúa en el departamento de un anciano cabrón, que tiene una tirante relación con una hija a la que maltrata psicológicamente, pero que es a la vez, su único sostén emotivo y su única ayuda para vivir esta etapa.

En esas conversaciones con su hija, vamos tomando su perspectiva de manera paulatina y lenta, hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, después de un fundido a negro, estamos con otros personajes que hacen roles confusos y mantienen con él conversaciones que tienen un sustrato de verosimilitud, pero que sospechamos falsas, confusas, sin sospechar de dónde vienen y adónde nos llevan.

Son pocas alternativas, pocas escenas, pero que en la mente que todo lo tergiversa, de una demencia progresiva, se visitan una y otra vez con resultados idénticos pero interpretados de distinta manera.

Esa es la maravilla de este relato, nos metemos literalmente en esa cabeza y experimentamos es confusión tan temida.

Todo a través de los ojos, la risa, la ira, la ternura y la ferocidad de un Hopkins impecable.

Olivia Colman, es su hija, a la altura y con la solvencia habitual, es cuidadora, orienta, ama, sufre, contempla, trata de entender, acompaña, y deja pasar la brutalidad de su padre que la hiere con frases horribles.

La aparición de una joven cuidadora, a la que va a rechazar, lo enciende con la posibilidad de agradar, hace una escena fabulosa en la que se enciende, intenta seducir, manipula, para caer en la cuenta que le hace acordar mucho a su hija artista (que hizo el cuadro que corona las escenas en su departamento) que no lo visita hace rato, no sabemos por qué.

Es un elenco corto, potente y afinado, que ronda alrededor de esa actuación que eclipsa.

Una obra de teatro en su formato, un viaje doloroso a los límites de una mente que se seca.

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