The serpent

The serpent

Demasiado superproducida, demasiado desenfocada y hasta algo confusa, y sobre todo demasiado larga.


4 Butacas



El gran punto a favor de esta miniserie de 8 capítulos que acaba de subir Netflix a su masiva plataforma es la historia, haber encontrado esa historia de un asesino serial complejo, moderno y seductor, un hecho de la vida real que es atractivo para contar, con un personaje para desentrañar. Ese el punto fuerte.

En los años 70, un inescrupuloso y vengativo ciudadano francés, radicado en Tailandia, descubre después de intentar distintos robos con suerte diversa y mucho riesgo, que los viajeros europeos, jóvenes y en su mayoría buenos hijos de familias pudientes, eran un blanco fácil y lucrativo para robarles pasaporte y cheques de viajero.

Lo que se llamó la ruta hippie feliz, que podía ir desde Nepal hasta Katmandú, fue entonces el escenario de sus crímenes.

Despiadado, drogaba y envenenaba tras la apariencia de una hospitalidad sin límites, de una casa grande en donde hacer fiestas inolvidables y en un lugar adonde los viajeros se sintieran protegidos.

Esa es la historia de Charles Sobrajh, interpretado por el ascendente Tahar Rahim, a quien vimos hace poco en The Mauritanian.

Pero el problema no es la historia, que es muy atractiva, sino el diseño de producción y la manera de contarla. 8 capítulos son excesivos para una historia que se podría contar en 4 de manera mucho más atrapante.

Una de las parejas que desaparece es de nacionalidad holandesa, y es lo que hace intervenir a un consejero de la embajada de ese País en Bangkok. La búsqueda del destino de sus compatriotas (aún con la indiferencia del embajador) será el motor que sacuda la aburrida vida del funcionario, que de la mañana a la noche se convertirá en investigador (ante la pasividad de las autoridades policiales y del resto de las embajadas, ya que había víctimas de varios países) y en el principal sostén de una cruzada para descubrir y detener al monstruo. Eso le costará caro, pareja, profesión y amigos.

El problema no son los personajes, que son atractivos, sino la estructura, como dijimos. Hay un abuso de la línea temporal, las escenas son cortadas para ir a 7 años atrás o 9 meses adelante todo el tiempo, con lo que nos perdemos muchas veces de la riqueza de una escena en el presente.

No hace pié nunca en el tiempo, es difícil de seguir, y confunde más que lo que ayuda.

Los saltos en el tiempo cepillan la tensión narrativa, es un recurso para usar cuando es necesario contar el origen de algunas cosas, pero cuando lo usan tanto, termina siendo una especie de rompecabezas que requiere de mucha más atención de nuestra parte, tanta, que perdemos de vista lo que estamos viendo, para ensamblar todo en nuestra cabeza.

El otro punto insoportable, es un detalle menor pero configura un abuso innecesario, es el recurso del cigarrillo en todas las escenas, no hay una sola secuencia en la que no se fume de manera grosera, hasta infantil, lo que distrae innecesariamente.

Es cierto que se fumaba mucho y en cualquier lado, per no es necesario el abuso, no agrega absolutamente nada a la historia ni a las características de los personajes.

Larga, dispersa, pierde la oportunidad de contar la historia de un monstruo de manera enfocada. Ningún personaje alcanza un nivel creíble.


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