El callejón de las almas perdidas

El callejón de las almas perdidas

Gran título en español, que dice mucho más que el título original en inglés Nightmare Alley. Guillermo del Toro nos regala dos horas y media de cine puro. Es de los pocos que puede hacerlo.


9 Butacas



Esta película es una fiesta, tiene todo lo que una película clásica tiene que tener, actuaciones por encima de la media, decorados y dirección de arte refinadas y vibrantes, vestuario, caracterizaciones, música, guión, y sobre todo, una dirección que nos atornilla a la silla y que nos hace pensar todo el tiempo en lo que está por pasar.

Bradley Cooper compone a Stan, que arranca la película huyendo, lo hemos visto quemar a un hombre, no sabemos bien a quién, y a partir de allí lo encontramos en el camino, silencioso, perturbado, hambriento y harapiento.

La tormenta inminente lo hace detenerse en una feria, un espectáculo de variedades tremebundas, de embaucadores, gigantes y enanos, de prestidigitadores, vendedores de ilusiones y fenómenos.

Allí, en ese pozo de almas perdidas, en ese agujero negro de la humanidad que brilla por las noches para embaucar y sacarles los centavos a los incautos, allí van a parar los huesos de Stan una noche de tormenta.

Son los años 30, los de la gran depresión que todavía lastima y los ensayos de un alemán que se parece a Chaplin por dominar el mundo.

Stan se las arreglará para que su encanto le haga un lugar, usar primero sus dos manos para trabajos pesados y luego su seducción para acceder a mejores puestos.

Hasta dar con la protección de la pareja de adivinos, compuesta por una hermosa e intrigante Toni Colette, y David Strathairn, su pareja otrora mago y mentalista, hoy un despojo borrachín que vive de recuerdos y de un método cuidadosamente trabajado para hacer que ese truco que él hace, deje boquiabiertos a todos.

Stan lo aprende, lo memoriza, va conociendo cada rincón y cada miseria de esos hombres y mujeres trashumantes, que viven al día y hacen de sus trucos una forma de vida, mudándose de pueblo en pueblo sin echar ninguna raíz en ninguno, nada que los ate.

En medio de esa jungla, el más feroz de todos, el domador de la bestia humana, un truhán de alto vuelo sin corazón y sin moral, un monstruo que compone Williem Dafoe, que es precisamente quién le enseñará el costado despiadado, el que todo el mundo intuye pero nadie conoce. Será quien le cuente como entrenar a una bestia capaz de comerse una gallina viva para los alaridos (y los centavos extra) de la audiencia.

Stan ya mató, y lo volverá a hacer, por descuido, sin querer, o muy a propósito, para seguir posicionándose en esa cloaca de arte y engaño.

Rooney Mara, quién hace un acto con electricidad (tiempos de Nicola Tesla) será la musa, la compañera que Stan elegirá para salir del pozo, para intentar un acto de mentalismo con ella.

El maestro le enseñó a usar sus trucos, pero también le dijo que no se exceda, que nunca se lo crea, que no es posible traer a los fantasmas a la vida.

Con eso en el bolso parten, dejan atrás la feria y en poco tiempo montan un acto lucrativo en los mejores lugares de la ciudad.

Lo que sigue es la misma miseria de siempre, ahora perfumada de millones.

La aparición de un némesis, una psicoanalista que está dispuesta a todo para descubrirlo (un personaje hecho para Cate Blanchett que desborda la pantalla con su voz y sus mohines) y que lo seduce y lo hace trastabillar y desbordar todos los frenos que su vida exitosa le está imponiendo.

Un acto nuevo, cruzar el limite de lo permitido para cobrar más dinero, jugar con los fantasmas y un espiral de locura que va creciendo minuto a minuto.

Del Toro filma como los grandes, es un grande, y esta película es de lo mejor que hizo, tiene todo, un guión probado (es de 1947 la primera versión con Tyrone Power) una dirección de arte asombrosa, presupuesto, actores, pero los usa bien! Saca lo mejor de cada rubro y nos mete en una atmósfera pesada, compleja, incómoda, que nos va develando una historia muy de a poco, hasta que estamos esperando ansiosos que algo salga mal para que Stan no se salga con la suya.

Hacia el final, todo irá mal, como en los viejos relatos de Hollywood, el desenlace es brutal y está logrado con maestría.

Todo vuelve al punto de partida, Stan tiene que volver a escapar y a perderlo todo de nuevo, hasta que se encuentra en el camino con una nueva feria a la que va a mendigar trabajo, conoce los trucos, pero ya nada puede hacer para no seguir cayendo.

Es una película perfecta, lo mejor que puede verse en estos días.

Las escenas entre la psicoanalista y Stan, en la opulenta y lujosa oficina de ella, son de los mejores momentos de la película, cómo lo va transformando y rompiendo todas sus reglas y las endebles cuestiones que lo mantienen de pie y sobrio.

La trama es progresiva y es hipnótica, y la atmósfera de autodestrucción la torna irrespirable hacia el final.

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