La torre de Tesla (recital de Charly García)

La torre de Tesla (recital breve de Charly García)

Corto. Vibrante. Poderoso. Melancólico. Sorpresivo. Cautivante. Afinado. Novedoso. Cantable. Apto para todo público (literal). Así fue y así parece que seguirán siendo estos breves y contundentes espacios de encuentro con el que le puso música a todo.


Foto original tomada por Arturo Bandini


8 Butacas





La mecánica es, con detalles más o menos similares, la misma desde hace unos meses. Uno se entera, de alguna manera no masiva, que el tipo toca en el Gran Rex, o en algún teatro grande.

Uno averigua un poco más, y mientras lo hace, se agotan las entradas. Por suerte uno tiene amigos, que tienen sobrinos, que tienen amigos que las consiguen (nunca revelaremos ese mecanismo de felicidad)

Esta vez fueron 3000, para colmar el Gran Rex (escenario de algunas de sus grandes presentaciones) y se fueron en minutos.

Entonces ahí estamos, haciendo fila como no haríamos con nadie más, mezcladas las clases sociales, los colores de pelo, los atuendos y los calzados. Ahí estamos porque alguien nos aglutina, a pesar que al salir ya no volvamos a tener nada que ver entre nosotros.

Entramos, canturreamos, esperamos, y unos 50 minutos más tarde que la hora pautada suenan los primeros acordes de De mí, esa maravilla de melodía que editó en Filosofía barata y zapatos de goma hace ya muchos años atrás, y todo vuelve a empezar.

Serán 65 minutos exactos, 17 temas. Afinados, potentes, escenográficos, mezclados, y hermosos.

No será complaciente, picará pocos viejos éxitos y le dará duro a los de sus últimos dos discos. Sonarán de manera potente, como solo los power tríos pueden hacerlo, y será cosa de gente que se quiere.

Digo, por el Zorrito VQ y Rosario Ortega, ambos especie de sostendores de la emoción del músico ahí arriba.

Y Charly está bien!

Está todo el show sentado, luce en su mano derecha una vía (para el suero) y una venda, sus movimientos son más austeros, pero su voz está casi de vuelta y un acidez y picardía definitivamente regresadas a la vida.

La torre de Tesla está en medio del escenario. Tesla lo inventó todo antes, como él.

Y en las pantallas que hacen de telón de fondo de los músicos, entre las canciones pasan fragmentos de Dr Strangelove, de King Kong, de Psicosis, como si nos hiciera falta para confirmar que estamos entre clásicos.

Todo es hermoso.

No saldrá a hacer bises (se especula en la sala, alguna bronca? la salud?) pero igual estamos ahí esperando. 20 minutos, que se hacen 30 y se harán más.

Mientras esperamos, como si fuera una especie de misa, cantamos todos, bladiendo los teléfonos al aire como guerreros, El fantasma de Canterville e Inconsciente colectivo. Así nomás, a capella, vibrando seguro en una nota que solo el tipo del oído absoluto podrá adivinar.

Qué importa que no vuelva.

Habrá que ir a verlo de nuevo.

Como siempre hacemos.

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