The happy prince

The happy prince

Poética y desgarradora, los últimos días de Oscar Wilde en su exilio francés, sus excesos y sus miserias, su enfermedad y sus afectos, en un relato oscuro y nada condescendiente con el genio irlandés 



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Escrita y dirigida para la BBC por Rupert Everett (si, aquél joven apuesto de "El casamiento de mi mejor amigo") cuenta los últimos años de la vida de Oscar Wilde, a través de un relato perturbador en los que la gloria de paso a la violencia colectiva y el brillo a la oscuridad más ominosa.

Construida a partir de retazos de su vida, desde su brillante juventud, con la compañía de su esposa Constance (Emily Watson) y sus amados hijos, hasta los primeros desvíos de la moral de entonces, el enamoramiento visceral de Alfred Douglas, y el juicio victoriano que lo llevaría a la cárcel por dos años.

Es ahí adonde el actor, escritor y director hace foco, en esos años en los cuales al dejar la cárcel debe salir de Gran Bretaña en busca de otra vida, ya lejos de todo lo que lo había condenado por su moral desviada.

Y lo hace con la ayuda de sus amigos, en búsqueda permanente de su amante aristocrático, a pesar de la tensión por dejar definitivamente esa vida y poder volver a la anterior, que tanto le había dado, y la miseria en la que se ve envuelto luego de que empiecen a faltar los recursos y fondos largamente generados por sus obras y sus libros.

Wilde no puede con sus demonios, y con esa vida de bajezas a la que ya empieza a acostumbrarse.

Es un torbellino, es ácido, es mordaz, es cruel con los que lo quieren y quieren ayudarlo, y es un hombre enamorado de aquél que tanto daño le ha hecho.

Esos años en la cárcel de Reading, y ese poema escrito en esos años, De Profundis, y la Balada de la cárcel de Reading, serán un telón de fondo constante en el relato ya que está situado en esos días después de la cárcel, en su peregrinar con nombre falso por Francia e Italia.

Es interesante cómo está contada la historia, está muy bien resuelta la atmósfera de época, bellamente ambientada y con actuaciones sobresalientes, empezando por la de Everett.

Produce tristeza, ya que no estamos acostumbrados a ese costado de Wilde, que era todo refinamiento y belleza, ahora que lo vemos en las cloacas del mundos, en el costado de la vida, en medio de sus tormentos, nos apena demasiado.

La constante presencia de la historia del Principe Feliz, es un gran hallazgo narrativo, porque irrumpirá en los momentos justos del relato, aportando la poesía que le faltaría a esa vida tan bella y refinada.

Nos pone adelante de un abismo, de una barranca abajo constante y lastimosa, que no empaña para nada la vida de quien fuera el símbolo del refinamiento y la ironía británicas.

Wilde fue indultado por su delito de homosexualidad hace pocos años atrás, una ironía del destino.

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