Being the Ricardos

Being the Ricardos

Es difícil dimensionar el tamaño de una estrella, lo mismo pasa con las estrellas terrenales, las del cine y la TV de los años en los que todo empezó. Alan Sorkin, hábil contador de historias, rueda una película entera con los acontecimientos de una semana sombría de 1953 en la que Lucille Ball casi pierde todo, o no casi.


6 Butacas



Sorkin filma con ritmo, es un buen director y un buen guionista, y las historias que cuenta están bien construidas, no dejan cabos sueltos.

Es muy difícil, por lo tanto un gran desafío, reflejar de alguna manera la dimensión de Lucille Ball, porque es una pionera y porque difícilmente se hay alcanzado niveles de popularidad tan altos en la pantalla.

Ella llega a la TV cuando la TV empezaba, de hecho la desilusiona un poco que su carrera cinematográfica se haya frustrado, que los estudios (trabajaba en un estudio chico, RKO) ya no la quisieran en sus filas porque los papeles a los que podría aspirar se los quedaban otras actrices.

Sin ilusión, ya en pareja con el cubano Desi Arnaz, un músico muy pícaro y muy vivo, va a hacer radio, y es en la radio, en ese programa que hacía con público en vivo, que uno de los estudios que ya producía para TV le propone que haga ese show pero para la pantalla.

El director hilvana esta historia con flashbacks permanentes, con idas y vueltas que nos ayudan a entender cómo llegamos con tanta tensión a esa fatídica semana de 1953.

Por un lado, el impero montado por el matrimonio, reflejado en la productora Desilu (por Desi y Lucille obvio) puede colapsar por una denuncia, una denuncia fuerte de un pasquín, la Ball se registró hace unos años para votar al partido comunista, en plena cacería de Hollywood contra los rojos, conocida como el McCarthysmo.

La política, y un matrimonio conveniente, pero endeble en los últimos años, llegan a su punto de máxima tensión esa semana, en la que la prensa (muy influyente ya por esos años) la acusa de roja y le revela un romance de Arnaz (uno más).

Las dos tensiones se resolverán casi al mismo tiempo, y en el medio, el director nos contará esa vida de estos personajes tan entrañables para el público norteamericano, tan entrañables que sus vidas siguen generando material a pesar de haber pasado más de 60 años desde su apogeo.

Lucille fue una innovadora, una capocómica dueña de su espacio, productora y además directora de esos episodios en los que el humor físico, los trucos del vaudeville eran para pocos elegidos, y por lo general, hombres.

Ella tenía un talento desbordante y exigente, y lo bueno de la película es que lo refleja todo.

Los protagónicos, Lucille y Desi Arnaz son para Nicole Kidman y Javier Bardem.

Nicole está cada vez más dura, si bien este personaje tiene rasgos muy fuertes y su máscara ayuda mucho, la mirada de ojos casi siempre abiertos y un pelo rojo potente,  difícil ver a esa actriz que fue y tanto nos gustaba debajo de estas exageraciones. Es buena siempre, pero nos cuesta mucho y cada vez más encontrar sutileza en sus composiciones. Es cierto que hay además un trabajo para que los ojos parezcan redondos, y para que logre la expresión de desconcierto y picardía y malicia de la Ball.

Bardem exagera, sobreactúa su despliegue cubano, se mueve de manera rítmica y entiendo que su personaje exige que sea algo más joven así que hay un trabajo de maquillaje, de estiramiento, que lo hace algo más poco natural que de costumbre.

De todas maneras es un actor solvente, que generalmente desborda la pantalla, y en este caso está bien.

La pareja, la política y la sinrazón de las listas negras, en una biopic que no llega a serlo, un homenaje a una época en la que todo empezó, en la que los ratings estaban por las nubes, y en la que se sentaron las bases del show que vino después.

Sorkin acierta en ponerse de alguna manera a mirar las escenas desde la mirada de Ball, y ahí elige un sorprendente blanco y negro, para reflejar el proceso creativo que desarrollaba en cada uno de los capítulos, con asombrosa minuciosidad y detalle, y por otro lado no acierta en incluir una especie de espacio documental, en el que los guionistas y algunos personajes secundarios, están en la actualidad hablando (y contradiciéndose) de esos días de esa semana clave.

Es una película entretenida, muy ilustrativa de una época y evocativa.

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