The french dispatch

The french dispatch

Wes Anderson 100% fiel a su universo, la película nos mete de manera amable en el mundo de las revistas, que se extingue, en sus universos hechos de letras y de historias, en una recreación exquisita.


7 Butacas



Hay maneras antojadizas de dividir al mundo, una podría ser entre los que llenan el tanque de combustible cuando ya no queda nada o los pusilánimes que llenan cuando todavía falta medio tanque.

Otra puede ser bien entre los que disfrutan del cine de Anderson y los que simplemente no lo entienden.

Esta película no ayuda a zanjar ese tema, porque se repite en la fórmula de un gran texto, imágenes muy cuidadas, bizarría, absurdos y un narrador en off de gran vuelo.

Esta vez cuenta el proceso creativo del último número de una revista, de formato estilo The New Yorker, hecha de buenas plumas y buenas historias, y con especial foco en cómo fue ese armado del número final, la influencia y estilo de su creador y editor (un genial Bill Murray) y en ese viaje, un rompecabezas perfecto.

Anderson no quiere ocultar su estilo ni sus recursos narrativos, al contrario, los profundiza. Y tampoco anda con vueltas a la hora de elegir sus elencos, si es posible trabaja siempre con los mismos actores, que son los que mejor lo interpretan.

La película entonces se arma como un número de esa revista especial, editada en Francia, en la que unas plumas exquisitas entregan mensualmente unas historias increíbles, bellamente escritas. Nos vamos a ir entonces de paseo por esas historias, que se reflejarán en esas notas del último número, de manera vivencial, vamos a acompañar al periodista y la periodista o escritor escritora, en el proceso creativo, en esos momentos en los que no solo son espectadores, sino que se meten en las historias y las van narrando a medida que suceden.

La primera de las historias que se cuentan es la que protagoniza Owen Wilson, un observador de la ciudad en la que se edita la revista, que la recorre en bicicleta y va contando lo que ve, poniendo imagen a los datos más inverosímiles pero reales de la ciudad.

Otra historia es la de un pintor, presidiario, su musa guardia de la prisión, y un marchant que lo descubre y lo potencia. Toda la historia es muy bizarra y a la vez potente, porque cuenta una historia de amor en el medio de manera impecable, Benicio del Toro, Adrien Brody, Lea Seydoux y Tilda  Swinton animan este tramo.

Hay otro ubicado en en el espírituo del Mayo francés y el final en el que se cuenta la historia del maravilloso chef del departamento central de policía, el famoso Nescafier.

Las historias se plasman en esas páginas y el final es la necrológica y el legado del editor.

Hay otro rasgo sobresaliente en la película, el texto, es de una calidad poco frecuente, tan importante, que los actores parecerían estar leyendo en lugar de diciéndolos, todo se explica en ese guión exquisito, con la ayuda y el apoyo de unas imágenes muy inusuales para el cine, hechas de nostalgia y objetos, de pinturas perfectas y de escenografía minuciosa.

El otro dato que rompe la vista es que todo esto Anderson lo pone junto, es decir, es una película abarrotada, visualmente impactante y con gran cinematografía. Pasamos de un blanco y negro nostálgico a un color furioso en la misma escena, para remarcar la mirada del artista, y después volvemos al blanco y negro como para irnos atrás en el tiempo.

De todo esto, como un Aleph, está hecha The French Dispatch, imágenes potentes, un texto desbordante, unas actuaciones al límite de la caricatura y una historia simple y entrañable detrás, con una alta dosis de nostalgia. 

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