Chess Story

Chess Story

La última novela de Stefn Zweig, que a 81 años de su suicidio sigue inspirando a directores para llevar sus historias al cine, es lograda, es entretenida, pero puede resultar compleja.


7 Butacas



El problema (en realidad la bendición) es haber leído el libro y haberlo disfrutado (y hasta grabado en pandemia en versión audio para los amigos) porque la historia de Ajedrez, como se llama, es tan hermosa, profunda y perturbadora, que conmueve, y está tan bien contada que uno se imagina cada cuadro, lo lleva en su interior a ese cine que creamos cuando leemos una buena novela.

Es la Viena de la Segunda Guerra, es lugar tentador para la Alemania Nazi, por la cultura, por la riqueza, por el acervo cultural e intelectual. Es la ciudad de Freud, de Klimnt y de Zweig, la ciudad más cosmopolita, más mundana, más refinada y a la vez capital de un imperio que está dejando de serlo.

La ocupación Nazi entonces viene de la mano de toda la maldad que conocemos, llevada al extremo. Deportaciones de judíos (había muchos y muy importantes en la industria y el comercio) quema de libros y de representaciones de la cultura, y por supuesto saqueos.

El personaje central de esta historia es un notario, un escribano que tiene los secretos de las fortunas de la iglesia, y de algunas de las familias más ricas del País. Sabe adónde escondieron y protegieron esas fortunas, es guardián de esas y otras historias apetecibles para los monstruos que quieren arrasar con todo.

Por supuesto lo secuestran, lo confinan en el Hotel Metropol, en una habitación sin ventanas, sin acceso a nada, sin saber si es de día o de noche, sin dirigirle la palabra, ignorándolo.

Hasta que comienzan los interrogatorios para intentar sacarle esa información que nunca les dará.

El nudo central de la historia es un viaje en barco, cruzando el Atlántico (en el libro rumbo a Argentina y en la película rumbo a Estados Unidos) en el que el protagonista huirá de ese pasado nefasto.

En el barco viaja el campeón mundial de ajedrez, que por supuesto les gana una y otra vez a todos los pasajeros de primera, jugando por dinero.

Hasta que se topa con el protagonista, que desde un rincón comienza a hacer jugadas para el último jugador que queda en pie, que se traducen en un empate rutilante.

Cuando cuenta por qué sabe jugar ese juego que busca demoler al contrincante emocionalmente, cómo aprendió, cuándo y por qué nunca había jugado en un tablero de verdad, físico, le damos sentido a un relato extraordinario.

La película tiene sus licencias, algunas muy importantes, con relación al libro, pero se entienden por el dinamismo de la historia. Algunos cambios, personajes que aparecen y reemplazan a otros demasiado literarios quizá.

Repito, soy un fanático de Stefan Zweig, me asombra y me gusta su vigencia, y me resulta muy difícil escindir entre los formatos, aunque reconozco que, si solo vemos la película, es difícil que captemos la profundidad del proceso, aunque está bien hecha y está bien actuada.

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