Living

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Nos vamos a Londres de la reconstrucción, a comienzos de los años 50 después de la guerra, y al departamento de obras públicas del municipio. La burocracia en papel, las escaleras y los trenes a horario, el mundo que necesita volver a la normalidad.


8 Butacas



Todo es preciso en el arranque de Living, el tren a horario, los pasajeros de ese tren que todos los días se encuentran y hacen las mismas cosas, los mismos saludos ocasionales, las mismas sonrisas cronometradas.

El señor Williams es un señor importante, una especie de jefe de obras públicas, que comparte oficina con sus subordinados, entre medio de pilas de carpetas y elementos de escritura y expedientes cosidos, que forman parte de una maquinaria perfecta de triturar iniciativas.

Todo va a mano de un sector a otro, muchas veces, de manera de hacer perder las expectativas de cualquiera.

Tiene 73 años, y ha estado allí por siempre, nadie sabe nada de su vida, sus gestos son medidos y su rostro rara vez deja ver alguna emoción.

Pero le han diagnosticado un cáncer terminal, le quedan 6 o 9 meses máximo de vida. 

Con la misma parsimonia y flema con la que escribe sobre un expediente, se encuentra solo con esa noticia y desde esa noticia va a intentar que esos meses que le quedan, sean los mejores, que pueda hacer alguna diferencia.

La interpretación de Bill Nighy, que es un actor extraordinario, que tiene una paleta de recursos que parecen limitados pero que son de una profundidad asombrosa, es lo mejor y lo más importante de esta historia.

Porque no hay vértigo, no hay golpes bajos, no hay dobles mensajes. Es un señor al que le dicen que se va a morir pronto y reflexiona sobre tu paso por la vida.

Así de simple, y así de interesante.

Pero no hay que esperar que se gaste todos sus ahorros en fiestas, en viajes, en cosas que nunca tuvo. No, será en compañía de gente ocasional, de los menos esperados, con los que viva esos últimos días intentando marcar una diferencia.

Es un papel que exige sutileza (le sobra al actor) y profundidad.

Esta es una adaptación de Ikiru de Akira Kurosawa, un drama posterior a la Segunda Guerra Mundial sobre un burócrata de Tokio que emprende un viaje similar después de un diagnóstico terminal de cáncer gástrico, con el sello de un autor colosal como es Kazuo Ishiguro.

No hay despliegue, no hay sobresaltos, Living es una película triste y no lo disimula.

Una película sobre lo no dicho, lo no expresado, sobre lo interno que produce comportamientos reprimidos de manera brutal.

Pasará esos días sin poder decirle a su hijo lo que le pasa, lo ve demasiado metido en su vida y no lo quiere molestar. Se emborrachará con un extraño que le cae bien, se relacionará con una ex empleada mucho más joven pero para conocer cómo lo veían en la oficina, y emprenderá una cruzada que nadie se puede explicar, ayudará con su empuje, a que unas mujeres que quieren hacer un parque para que los niños de un barrio muy destruido jueguen, obtengan los persmisos para que ese parque se haga realidad. Una tarea titánica en el laberinto de esa burocracia infame.

Es bella, es triste, es pequeña, está bien actuada. Eso queremos de las películas 

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