Fargo (temporada 5)

Fargo, la serie, es sencillamente extraordinaria. Y en esta temporada son John Hamm y Juno Temple los que nos instalan en una historia de gato y ratón, en tiempos de Trump.


9 Butacas



Es fascinante porque se inspira en la estructura, en el centro conceptual de la maravillosa película de los hermanos Coen, pero recrea otra cosa, otro formato, otro juego, aunque con la misma sensación agobiente de violencia inminente y torpeza absoluta.

Ese descargo inicial, “a petición de los supervivientes”; “por respeto a los muertos”, nos mete en una mentira hermosa, en la que sabemos que no tenemos que creer, pero que sin embargo queremos creer.

Fargo es una serie antológica, que lleva 10 años más o menos en pantalla, y en la que las actuaciones centrales están en manos de interpretes inolvidables.

Es otra vez la misma estructura y el casi mismo escenario, el Gran Medio Oeste americano, con sus silencios y sus fríos y sus nevadas. 

De alguna manera estamos preparados sabiendo cómo se van a desarrollar los acontecimientos, sabremos que habrá violencia, que habrá situaciones bizarras, que habrá un policía que indague sin darse por vencido, que habrá personajes queribles y otros que dan miedo.

Una reunión en el pueblo para organizar un acto de colegio termina, como todas las reuniones en el pueblo, a los sillazos, a las piñas, y el personaje que compone Juno Temple, termina presa.

Al ficharla, ese solo acto involuntario, dispara que salte una alarma en otro lado, en un rancho de Dakota, en el que impera otra ley, la del sheriff (un forajido dueño de un ejército privado) Roy Tillman (Hamm), un troglodita que no reconoce más ley que la constitución y la biblia y se cree por encima de todo.

Esa mujer aparentemente frágil, madre, casada con el hijo heredero de una mujer muy poderosa y millonaria, está ahí con una nueva identidad, fue su mujer, y escapó de su viencia, pero el sheriff la quiere recuperar.

La historia es otra vez fascinante, tiene todos los ingredientes de sus 4 temporadas anteriores, mismos guiños, mismos cambios desconcertantes, mismas buenas actuaciones y gran calidad de puesta.

La música es otro capítulo extraordinario, y el diseño general de la serie, que es ya un clásico y que se las arregla para que, cada dos años, nos atrape otra historia bien contada y sorprendente, aunque previsible desde el punto de vista del formato.

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