Perfect days

Wim Wenders, un nombre ineludible para cualquier amante del cine, también envejece junto con nosotros, pisa los 79, entonces es aún más profundo, más minimalista, más creador de atmóferas significativas y más sabio.


7 Butacas



Perfect days va de un señor japonés, hidalgo, educado, citadino, silencioso, que tiene una vida que sospechamos desde la primera escena que es la que quiere tener.

Necesita pocas cosas, tiene pocas cosas en su casa, no necestia andar hablando todo el día, no necestia redes sociales, su mejor cara es la que contiene su primera sonrisa de la mañana, cuando abre la puerta del pequeño departamento en el que vive solo, en un barrio de Tokio, para asombrarse con el amanecer de un nuevo día, con un cielo que no importa si está soleado o encampotado, está ahí y el lo puede ver, lo puede atrapar.

Su día sigue siempre igual, una rutina sencilla hecha de pequeños movimientos calculados, su bebida de máquina a la mañana, su camioneta para ir a trabajar, sus cassettes de audio que elige cada mañana para dar marco musical a su día (este es uno de los puntos altos de la película, esos temas que elige poner, una banda de sonido extraordinaria en la que brilla precisamente el tema de Lou Redd Perfect day).

Limpia baños, los baños modernos de la ciudad, con un afán y un profesionalismo envidables. No hay tal cosa como un trabajo menor cuando uno lo hace a conciencia y poniendo todo de sí.

Sospechamos que está calificado para hacer otras cosas, sospechamos que hay una vida anterior a esta que vive de manera austera y sencilla, pero todo queda ahí, en sospechas.

Vamos armando ese rompecabezas cuando descubrimos que la historia no nos va a brindar otra cosa que lo que vemos, no hay tramas ocultas, dobles mensajes, hay cielos, hay cultura japonesa, hay un actor extraordinario que le pone la piel a este personaje y hay mucho detalle de director, y bienvenidos sean.

Recién cuando su sobrina aparece en su puerta, y posteriormente su hermana a buscar a su hija, sospechamos la otra vida que dejó atrás, pero sin que nadie nos venga a decir nada en la cara, todo es trabajo nuestro a partir de esas imágenes y esos diálogos simples y de una poesía bellísima.

La película, que filmó en un poco más de dos semanas, es eso, una vida serena en un entorno sereno, como que todo está preparado para que si uno elige ese modelo, pueda vivirlo con plenitud y sin extrañar nada de la vida agitada.

Hay entonces esos viajes en camioneta con esa música, hay una ventana a la cultura japonesa, hay un protagonista que eligió y disfruta esa vida solitaria y significativa, llena de felicidad por las cosas pequeñas, hay rutinas, que incluyen la lectura antes de dormir y sueños en blanco y negro.

Perfect days es cine, en estado puro.

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