Playing nice

Esta serie de la cadena británica itv (nos gustan sus producciones) arranca con mucha potencia, pero si bien mantiene el drama, hay cuestiones de la historia que no terminan de ser creíbles.


5 Butacas



Son 4 capítulos (formato que funciona muy bien) y es un drama que tiene un costado policial, pero menor, se trata de un drama con todas las letras.

Es perturbador como arranca, los Riley, la chef restauradora Maddie (Niamh Algar, a quien admiramos hace poco en Deceit dueña de una voz maravillosa), el padre que se dedica al cuidado del niño Pete (James Norton) y su hijo Theo, son una imagen de alegría familiar con los pies en la tierra, cuentas que pagar y paseos en bicicleta. 

Hasta que el hospital llama para informarles que Theo no es su hijo biológico: unas pruebas genéticas recientes a otro niño sugieren que dos bebés prematuros se mezclaron en una unidad de cuidados intensivos neonatales hace tres años.

El arranque es interesante, de esos que te dejan pensando qué harías si te pasa, y lo que se va desarrollando podría también haber sido igual de atrapante si no fuera porque enseguida la historia introduce al otro matrimonio, que tiene al señor psicópata y que va a poner todo difícil.

Las parejas se reunirán para acordar cómo seguir la vida adelante, conservarán a sus hijos que han criado con cariño por tres años y coordinarán para visitarse y tratar de armar un lazo con sus respectivos hijos biológicos, pero habiendo un psicópata en el medio, que quiere a los dos hijos para él, todo se va a complicar.

Tanto, que con diversos trucos y artimañas se las arreglará para llevar a juicio al matrimonio para, usando todo tipo de trucos, demostrar que el está más capacitado y tiene un mejor pasar como para la crianza de los dos.

Todo lo que sucede en este plano es poco creíble.

El drama podría haber seguido por la pista de qué es lo que sucede en un caso así, de los dilemas éticos y morales de los dos matrimonios, pero en lugar de eso, deja a los niños de lado para centrarse en lo inverosímil de una trama sin mucho destino.

Es al menos difícil involucrarse emocionalmente con la serie, cuando todo lo demás en la serie es tan exasperantemente ridículo.

A medida que la serie avanza hacia un final que provoca carcajadas por lo inverosímil, algunas preguntas se responden, otras quedan en el aire, y la narrativa principal se resuelve de la forma más absurda imaginable, lo que sucede muchas veces, un buen arranque no siempre es un buen medio ni mucho menos un buen final. 

Playing Nice claramente no se preocupa por cuestionar las emociones humanas reales ni por examinar lo que significa realmente ser padre. Se conforma con una excusa para contar una historia poco creíble, un misterio absurdo que depende excesivamente de una ambientación insidiosa y casas bonitas de gente acomodada, más propias de ciertos ambientes de la costa este de Estados Unidos.

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