La Boheme (Teatro Colón - Octubre 2018)
La Boheme
Sabemos todo, que es la ópera más representada en el Colón, que se inauguró con ella, que emociona, que tiene arias fabulosas, pero como los chicos con las películas animadas, nos sabemos los diálogos pero no podemos dejar de verla.
7 Butacas
Y esta Boheme que el Teatro Colón incluyó en la temporada 2018 está a la altura de nuestra memoria emotiva, y de nuestra expectativa.
El despliegue escénico, el color del segundo acto, la bohemia miserable de los artistas y su buhardilla, el frío tan presente y una puesta atractiva (responsabilidad de Stefano Trespidi, heredero de la más clásica tradición italiana) son los condimentos de una fiesta que en cuatro actos despliega lo mejor de la lírica clásica, en buenas dosis, y con altura y apuesta (quiero decir, con esta ópera bien podrían no desplegar tato, y e público la trataría igual de bien).
Lo más interesante de esta nueva entrega son las voces, en especial la Mimí de Marina Silva y el Marcello de Vinicius Atique, muy a la altura con sus voces potentes y sensibles (no tanto el Rodolfo, en la función del 23 interpretado por Gustavo López Manzitti) y la música, eterna y romántica como pocas.
Es una buena, muy buena puesta, con todos los ingredientes de los clásicos, que se agradece especialmente, en tiempos de experimentos no siempre logrados.
Sabemos todo, que es la ópera más representada en el Colón, que se inauguró con ella, que emociona, que tiene arias fabulosas, pero como los chicos con las películas animadas, nos sabemos los diálogos pero no podemos dejar de verla.
7 Butacas
Y esta Boheme que el Teatro Colón incluyó en la temporada 2018 está a la altura de nuestra memoria emotiva, y de nuestra expectativa.
El despliegue escénico, el color del segundo acto, la bohemia miserable de los artistas y su buhardilla, el frío tan presente y una puesta atractiva (responsabilidad de Stefano Trespidi, heredero de la más clásica tradición italiana) son los condimentos de una fiesta que en cuatro actos despliega lo mejor de la lírica clásica, en buenas dosis, y con altura y apuesta (quiero decir, con esta ópera bien podrían no desplegar tato, y e público la trataría igual de bien).
Lo más interesante de esta nueva entrega son las voces, en especial la Mimí de Marina Silva y el Marcello de Vinicius Atique, muy a la altura con sus voces potentes y sensibles (no tanto el Rodolfo, en la función del 23 interpretado por Gustavo López Manzitti) y la música, eterna y romántica como pocas.
Es una buena, muy buena puesta, con todos los ingredientes de los clásicos, que se agradece especialmente, en tiempos de experimentos no siempre logrados.
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