Operation Finale
Operation Finale
Buenos Aires en 1960 fue el escenario de uno de los episodios claves en el proceso de sanar las heridas que dejó el genocidio nazi al finalizar la segunda guerra mundial. Ese episodio, fragmentado, está contado en esta película
6 Butacas
El problema con estas historias que ya conocemos tanto de antemano, es que siempre lo que se elija para contar, para mostrar, la edición de los tiempos y de los personajes que serán los encargados de contar, siempre nos va a resultar mezquino, o hasta errado.
Los que nos sentamos frente a la pantalla (es producción original de Netflix) ya conocemos que el llamado "arquitecto del genocidio judío, la solución final" se escapó a Buenos Aires y llevó una vida anónima viviendo en una casita en las afueras de San Fernando con el nombre falso de Ricardo Klemmens.
Lo sabemos, lo leímos, lo escuchamos, y lo vimos en algunas películas y documentales (entre ellas "La casa de la calle Garibaldi de 1979) entonces cualquier elección temporal o de momentos se nos hace antojadiza.
A no ser, y no es el caso, que venga de la mano de un relato tan interesante por su construcción que nos atrape desde otro lado.
Esta versión es correctísima en sus aspectos históricos, la recreación de época es hipnótica, y pasa el filtro de nuestra propia mirada de las cosas, la argentina, ya que tiene hasta el cuidado por ver los barrios, las marcas, los autos, de manera que todo encaje en las calles de una Buenos Aires que se preparaba para festejar los 150 años de la la Revolución de Mayo.
Adolf Eichmann habia llegado al país de la mano de varios contactos que tendían puentes entre el peronismo (en el máximo esplendor y poderío) de afinidad ideológica, y ese nazismo que no había optado por el suicidio o por pelear hasta el final.
Uno de ellos, personaje complejo y poco recordado en las historias, tiene en esta historia un papel muy relevante, se trata de Carlos Fuldner, un militar cercano al peronismo, con lazos en el vaticano y una impronta nazi en el país que está muy bien recreada.
En los 60 las cosas eran distintas que al comienzo de la llegada de los escapados, estaba Frondizi, las cosas como siempre estaban turbulentas, y un descubrimiento casual, a partir de un noviazgo en ciernes de una chica judía de barrio con el sobrino de Eichmann, pone en movimiento la maquinaria de la inteligencia judía que por esos años se proponía encontrarlos a todos.
El gran tema de la película es el de la venganza o la justicia.
Y esa tensión está permanente en el relato.
Si matarlo o llevarlo ante un tribunal.
Esta decisión, la de no asesinarlo como el hubiera hecho, es de alguna manera lo que permite que ese juicio, televisado, complejo, trascienda los límites temporales y se convierta en un ejemplo para el mundo.
El grupo especial que viene a secuestrarlo tiene una complicación adicional, debe hacerlo de manera secreta, sin ni siquiera involucrar al gobierno argentino, cosa que logra.
El relato histórico está logrado, los hechos están todos, el problema es que se elige como centro de la historia, una relación entre uno de los miembros del grupo de tarea y el militar, y en esos diálogos se va demasiado tiempo y tiene más que ver con la historia personal del agente que con el sentido general de la historia.
Podríamos pensar que en esa historia están todas las historias, pero consume mucho tiempo.
De todas maneras hay cosas logradas, imágenes insertadas al estilo flashbacks que ayudan a comprender la dimensión terrorífica del exterminio, y ayudan a terminar de delinear, como si hiciera falta, al personaje.
Nos ponemos exquisitos porque conocemos la historia.
Para destacar, el trabajo de Ben Kingsley es como siempre correcto, un poco pasado de maquillaje para rejuvenecerlo, pero complejo en términos físicos y psicológicos.
La participación de varios actores argentinos, respetando tonada y el hablar en porteño en muchos casos, y el esmero de Oscar Isaac en producir y actuar en una historia que no ofrece otros atractivos que el contar desde algún lado una verdad que lastima.
Ese actor guatemalteco, del cual ya hemos hablado en este espacio, es un tipo que busca.
Buenos Aires en 1960 fue el escenario de uno de los episodios claves en el proceso de sanar las heridas que dejó el genocidio nazi al finalizar la segunda guerra mundial. Ese episodio, fragmentado, está contado en esta película
6 Butacas
El problema con estas historias que ya conocemos tanto de antemano, es que siempre lo que se elija para contar, para mostrar, la edición de los tiempos y de los personajes que serán los encargados de contar, siempre nos va a resultar mezquino, o hasta errado.
Los que nos sentamos frente a la pantalla (es producción original de Netflix) ya conocemos que el llamado "arquitecto del genocidio judío, la solución final" se escapó a Buenos Aires y llevó una vida anónima viviendo en una casita en las afueras de San Fernando con el nombre falso de Ricardo Klemmens.
Lo sabemos, lo leímos, lo escuchamos, y lo vimos en algunas películas y documentales (entre ellas "La casa de la calle Garibaldi de 1979) entonces cualquier elección temporal o de momentos se nos hace antojadiza.
A no ser, y no es el caso, que venga de la mano de un relato tan interesante por su construcción que nos atrape desde otro lado.
Esta versión es correctísima en sus aspectos históricos, la recreación de época es hipnótica, y pasa el filtro de nuestra propia mirada de las cosas, la argentina, ya que tiene hasta el cuidado por ver los barrios, las marcas, los autos, de manera que todo encaje en las calles de una Buenos Aires que se preparaba para festejar los 150 años de la la Revolución de Mayo.
Adolf Eichmann habia llegado al país de la mano de varios contactos que tendían puentes entre el peronismo (en el máximo esplendor y poderío) de afinidad ideológica, y ese nazismo que no había optado por el suicidio o por pelear hasta el final.
Uno de ellos, personaje complejo y poco recordado en las historias, tiene en esta historia un papel muy relevante, se trata de Carlos Fuldner, un militar cercano al peronismo, con lazos en el vaticano y una impronta nazi en el país que está muy bien recreada.
En los 60 las cosas eran distintas que al comienzo de la llegada de los escapados, estaba Frondizi, las cosas como siempre estaban turbulentas, y un descubrimiento casual, a partir de un noviazgo en ciernes de una chica judía de barrio con el sobrino de Eichmann, pone en movimiento la maquinaria de la inteligencia judía que por esos años se proponía encontrarlos a todos.
El gran tema de la película es el de la venganza o la justicia.
Y esa tensión está permanente en el relato.
Si matarlo o llevarlo ante un tribunal.
Esta decisión, la de no asesinarlo como el hubiera hecho, es de alguna manera lo que permite que ese juicio, televisado, complejo, trascienda los límites temporales y se convierta en un ejemplo para el mundo.
El grupo especial que viene a secuestrarlo tiene una complicación adicional, debe hacerlo de manera secreta, sin ni siquiera involucrar al gobierno argentino, cosa que logra.
El relato histórico está logrado, los hechos están todos, el problema es que se elige como centro de la historia, una relación entre uno de los miembros del grupo de tarea y el militar, y en esos diálogos se va demasiado tiempo y tiene más que ver con la historia personal del agente que con el sentido general de la historia.
Podríamos pensar que en esa historia están todas las historias, pero consume mucho tiempo.
De todas maneras hay cosas logradas, imágenes insertadas al estilo flashbacks que ayudan a comprender la dimensión terrorífica del exterminio, y ayudan a terminar de delinear, como si hiciera falta, al personaje.
Nos ponemos exquisitos porque conocemos la historia.
Para destacar, el trabajo de Ben Kingsley es como siempre correcto, un poco pasado de maquillaje para rejuvenecerlo, pero complejo en términos físicos y psicológicos.
La participación de varios actores argentinos, respetando tonada y el hablar en porteño en muchos casos, y el esmero de Oscar Isaac en producir y actuar en una historia que no ofrece otros atractivos que el contar desde algún lado una verdad que lastima.
Ese actor guatemalteco, del cual ya hemos hablado en este espacio, es un tipo que busca.
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