Érase una vez... en Hollywood

Érase una vez... en Hollywood

Cada nueva película de Tarantino nos pone en guardia. Nos dice muchas cosas antes de verla, porque es sin dudas un director/autor que la industria adora pero que en su madurez, puede volver sobre sus pasos y repetirse.


7 Butacas



Así que esta vez nos instala en Los Ángeles a fines de los años 60, ese momento único en el que todo cambiaba, los colores, la música, los temas sobre los que trataban las películas.

En esa convulsión, mezcla de hippies, activista pro y contra Vietnam y las todavía frescas heridas de los asesinatos políticos que tiñeron la primera mitad de la década en USA, QT nos presenta a Rick Dalton (una maravilla creada por Leonardo Di Caprio) un actor de series del oeste (de moda en esos años, el llanero, el hombre del rifle, Jim West) que de a poco ve como su estrella se va apagando sin que pueda hacer nada al respecto.

Rick tiene pegado a su doble de riesgo, que como su carrera también se va apagando, se convierte en un chofer, asistente, y solucionador de problemas en su vida atormentada.

Ese es quizá el mejor personaje de la película, un tipo básico, preparado para las tareas más arriesgadas, pero que lleva una vida oscura, a la sombra del famoso, y no solo no le pesa, sino que disfruta.

Es una enorme creación de Brad Pitt, que vuelve a trabajar con QT después de Bastardos sin Gloria.

Como esta vez se toma todo el tiempo del mundo para desarrollar la historia (y se regodea con sus encuadres, su recreación de época, su banda de sonido y vestuarios) la primera mitad de las dos horas cuarenta que dura la película, nos presenta a los personajes, los hace expresarse con toda la paleta de emociones de la que son capaces (sobre todo Di Caprio, que al asistir a su decadencia, toma mucho, fuma más y se deteriora minuto a minuto) pero no dejamos de estar en el círculo que los contiene, esto es, su vida en el set, la posibilidad de hacer otro personaje en una película (siempre le tocará de malo) y el poco trabajo que tiene su doble, al que no quieren en el estudio, entonces tiene que usar el tiempo en cosas domésticas de la casa de Rick.

Lo que aparece como algo inquietante, es que Rick es vecino de Sharon Tate y Roman Polanski. 

Todos los que conocen esa terrible historia, la de la masacre de los seguidores de Charles Mason, nos inquietamos con lo que puede suceder ahí.

Pero QT se las arregla para que la película fluya.

Rick se irá a filmar spaghetti western a Italia (recomendación de un productor que encarna Al Pacino) volverá con esposa italiana, y la carrera, si bien no como la había planeado, seguirá su curso.

Lo que pasa en la segunda mitad de la película, tiene que ver con algo de vértigo y la violencia infaltable en cualquier película de QT que se precie de serlo

No es una película de las que se puedan ver sin clave de ironía, sin conocer al director y su mundo.

Se disfruta porque sabemos qué es lo que nos va a contar, mejor dicho, sabemos cómo nos lo va a contar.

Un párrafo aparte para el trabajo de Margot Robbie, que además de belleza, se convierte en una gran Sharon Tate, que era igualmente bella (o más) y quedó para siempre en la historia más oscura de esas laderas de Hollywood.


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