El reino

El reino

Como a veces nos pasa con las comidas que intentamos hacer, no siempre la combinación de buenos ingredientes, los utensillos de cocina adecuados y la guía del chef nos depara una buena cena. 


6 Butacas



El reino es, a priori, para ilusionarse con un buen rato de entretenimiento, la producción de Netflix y su pátina de masividad con calidad, guionistas y director experimentados, buen elenco, y un tema de los que nos permiten que la imaginación vuele, los entramados de la política en un año político.

La serie logra una tensión interesante hacia la mitad, cuando la historia política, que es demasiado estereotipada y de alguna manera basada en historias más cimentadas en las creencias populares que en la dinámica real de los partidos políticos, es de alguna manera invadida por el perfil del Pastor (protagonista de la historia encarnado por Peretti) y su mundo.

La influencia de la Iglesia evangélica en la política, sobre todo por el dinero que mueve y la cantidad de fieles que congrega, es una realidad en las elecciones de muchos países de la región, con Brasil sin dudas a la cabeza, en donde la participación es activa y visible.

Conocemos esa intervención en la vida real de nuestro País, pero no con ese protagonismo. La Iglesia ha aportado a las campañas y ocasionalmente, sobre todo en el interior del País, alguna participación activa de algún miembro de la congregación.

Pero en El reino van más allá, un Pastor masivo, popular, carismático, es candidato a la vicepresidencia de la Nación, y un giro imprevisto, un asesinato en el día de presentación de la fórmula, altera toda la historia y la hace explotar en mil pedazos.

Ese súbito y nuevo protagonismo hará que el Pastor tenga que decidir entre su Iglesia y la carrera política, entre sus feligreses que lo siguen y lo adoran y la arena más sucia y comprometida de la vida de los partidos políticos.

Esta es la mirada más tironeada de la trama, está muy construida con moldes y clichés de la sospecha popular, pero que debieron ser encajados un poco a la fuerza para que funcionen en el relato.

Una figura enigmática, un todoterreno de la política, un armador, un poderoso en la sombra que encarna con destreza Joaquín Furriel, es el gran titiritero detrás del Pastor, un personaje que merece un capítulo de los 8 para entender de dónde viene y cuál es su poder real.

En síntesis, una mezcla interesante de dos ingredientes que todos suponemos que existen y que funcionan de determinada manera, y que la historia se encarga de comprobar nuestra fantasía.

Desde ese punto de vista, con poca profundidad, con poco argumento verosímil pero muy cimentado en lo que la calle supone, el relato funciona.

El tema es que en algún punto es necesario meterse con la vida del Pastor, su esposa (Mercedes Morán con un retrato feroz de la pastora poderosa) e hijos (poco lúcidos) el dinero que generan, su templo y el funcionamiento de su entorno (se destacan Chino Darín y un sólido como siempre Peter Lanzani, que vuelve a jugar con algún aspecto de su habla para definir al personaje).

Eligieron no contar muchas historias paralelas, quizá como manera de reforzar las dos vías principales, aunque algunas insinuadas hubieran sido interesantes.

Todo se complica con ese asesinato, pero sobre todo en la Justicia (Alejandro Awada como el Procurador General, Nancy Duplaa como la fiscal y su secretario compuesto por un muy interesante Santiago Korovsky) en donde los manejos políticos, la burocracia y la desidia, completan un panorama también estereotipado pero levemente más creíble que la parte política.

Todos esos mundos colisionan, se complican con la investigación de la vida personal del Pastor, se van desarrollando con tensión (no siempre reflejada) hasta que en el final todo se ajusta por la conveniencia del poder cercano, la posibilidad de acceder de verdad a la presidencia.

Un buen producto, con mucha producción, un excelente vestuario (parecería un dato menor pero no lo es) y personajes muy a la altura de su trayectoria y  capacidad.

Peretti haciendo un rol distinto al que nos tiene acostumbrado, es un punto alto, aunque su economía de gestos no lo anuncie. Darín haciendo un verdadero protagónico con buen carisma y mejores recursos que en anteriores roles y un Furriel algo estereotipado pero sólido son el tridente sobre el que se apoya la historia. Junto con un sólido actor paraguayo (Nico García) que es central en el relato y tiene todo para estar a la altura del elenco nacional.


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