Inside

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Willem Dafoe pone el cuerpo (literalmente) en una historia tan extraña como desconcertante.


5 Butacas



Un ladrón de obras de arte (un Al Mundy, para los mayores) irrumpe en un pent house muy sofisticado, en el que vive un coleccionista que tiene un cuadro de varios millones, y otras cosas robables.

Entra de noche, el dueño de casa está de viaje, pero una mala maniobra lo deja encerrado en un departamento que se blinda al instante, y cuyo aparato de seguridad corta de inmediato el agua y el gas (deja solo el suministro eléctrico) y comienza a jugar de manera automática con la temperatura general del departamento.

Sube y baja un grado por hora o algo así, hasta volverlo insoportable.

No puede salir, está encerrado, y tampoco sabe cuánto tiempo va a estar así.

Se desespera, y su cabeza empieza a jugarle malas pasadas, espejismos, ensueños, y delirios que influyen de manera definitiva en su supervivencia.

Conseguir agua y comida se hace difícil, hay poco en la heladera y el agua se cortó, con lo que hay que ingeniárselas para buscarla (el riego es una opción).

Pero con el transcurso de las horas todo se deteriora, y Defoe se va convirtiendo en una especie de monstruo que habla solo, está sucio y golpeado y debe sobrevivir a cualquier costo.

Esa lucha, ese deterioro, están bien planteado en la historia, porque hay en Defoe un cuerpo especial para eso. El deterioro se le nota, la locura se le nota, la desesperación se le nota y el fracaso.

Lo que lo mantiene con alguna esperanza es un artefacto que construye a partir de los muebles de la casa, que va desarmando, que ensamblando de manera de formar una torre muy alta, que le permite llegar a una especie de tragaluz por donde cree que podrá escapar. Obvio que esa salida también estará llena de obstáculos, algunos peligrosos.

Hay un buen dispositivo escénico montado para este escape, que se convierte en la colina a escalar por el protagonista (literal)

Lo más interesante de la historia es la actuación de WD.

Porque no hay mucho más. Vemos a través de ese trabajo cómo va de la resignación a la euforia, de la duda a la certeza y de la depresión a la risa de la nada para no desfallecer.

Lo vemos luchar por una gota de agua, y caer y levantarse con cada experimento. Gritar y llorar con una intensidad que pasa la pantalla.

Lástima que no hay mucho más que eso, y que cinematográficamente la película sea mezquina, o inconclusa.

Esta misma historia la podemos imaginar con otros actores, otros directores, esta dupla eligió este camino, que teremina con un final también extraño, que también plantea dificultad para digerir.


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