The Bear (segunda temporada)

The Bear (segunda temporada)

Un desafío continuar una historia tan potente y tan distinta, que nos dejó con el corazón latiendo a mil y la cabeza dada vuelta. Esta segunda temporada no es la continuación de la primera, es en sí misma una historia distinta, con los personajes que conocemos.


8 Butacas



Están todos, pero están distintos. Terminamos la primera temporada encontrando en las latas de tomate fajos de billetes enrollados que había dejado Michael, el dueño de The Beef, escondidos.

Con ese dinero, y otro tanto que aporará el tío Jimmy (un bellísimo papel de Oliver Platt) todo el grupo, siguiendo Carm (Jeremy Allen White como Carmen Berzatto) en una aventura, quizá la más lógica y a la vez la más arriesgada para todos.

En esta segunda temporada entonces vamos a ver a un grupo de alterados (aunque mucho menos alterados en cámara móvil, en música al palo, en planos histéricos que en la primera temporada) con un objetivo, demoler The Beef, el restaurante de sanguches y comida tracional de Chicagoland, en The Bear, un restaurante aspirante a estrella Michelin.

Para eso, además de la presión por llegar a tiempo con todo (miles de permisos, sorpresas constructivas y el propio espíritu destructivo y gritón de todo el grupo) cada uno de los integrantes del restaurante, deberá capacitarse, mejorar lo que sabe, aprender cosas nuevas, ponerse a la altura.

En medio de todo ese caos, esa carrera frenetica contra el reloj, Carm se enamorará de una vecina de la infancia, Nat su hermana se pondrá al hombro la administrción de todo, Sidney se convertirá en la Chef que merece ser creando con Carmen el menú perfecto, Marcus irá a Dinamarca para perfeccionar sus postres con nuevos sabores, y todos se embarcarán en historias de crecimiento personal y colectivo.

El caos de la primera temporada da paso a esta segunda algo más calma, manteniendo la música de fondo (gran aspecto de esta serie, una banda de sonido impecable) que se atenuará pero seguirá sonando siempre.

Carm enamorado, pierde foco y le molesta, no sabe cómo estarlo.

Todos se van poniendo más nerviosos a medida que pasa el tiempo, el tiempo es plata que hay que devolver, y todos necesitan que funcione.

Hay dos capítulos que son sencillamente extraordinarios (son 10 cortos), el de una navida en casa de los Berzzato, una cena en la que vemos el orígen de muchas de las maneras de los protagonistas y las fobias.

En ese capítulo, histérico, complejo, voraz, extenuante, aparecen en cameos perfectos Jammie Lee Curtis com Dee, la madre del clan, Sarah Paulson como la tía de los hermanos, Bob Odenkirk como la nueva pareja de la madre, John Bernthal como Michael. Esa cena, con la madre desequilibrada cocinando todo sin dejar que nadie la ayude, con los apartes de Carm y Michael, la pelea feroz entre Michael y el personaje de Odenkirk, y el final increíble de ese in crescendo histérico sin pausa es una belleza que deja sin aliento y vale la temporada.

Pero como yapa hay un caítulo mucho más tranquilo, mucho más concentrado y poderoso, que lo tiene al primo Richie como protagonista, su falta de foco, su locura, sus gritos, sus malos modos y su manera de arruinarlo todo, se enfrascan en una reflexión muy porfunda e interesante acerca de aquello para lo que es bueno, ese descubrimiento, trabajando como pasante en un restaurante exclusivo (acaso el más excéntrico y el más exclusivo de la ciudad) es también un capítulo atrapante y rico, muy bien actuado y definitorio para el personaje, que opera unos cambios tan importantes, que son claves para el final de la historia.

Abrirán, la noche en la que se abre para amigos y familia será tan especial, tan sorpresiva a la vez, tan en sintonía con esta historia increíble, que nos da ganas de seguir viendo.

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