Apache

Apache

Gran biopic argentina, que nos ayuda a comprender la dimensión resiliente de un personaje entrañable, un deportista de elite que se repuso a todo. Imposible verla sin involucrarse afectivamente.


8 Butacas



No importa de qué cuadro seas, no importa si te gusta verlo jugar, si te interesa su vida deportiva, sus logros, su anecdotario, cuando te asomás a la infancia de Carlos Tévez (que es el foco de la serie) aprendés a entenderlo, a quererlo, a admirar sus elecciones.

No es fácil este género, siempre decimos cuando vemos las buenas biopics que nos llegan de Hollywood, que siempre la clave está en la etapa de la vida del personaje en la cual se ancla el relato, porque es la que imprime el mensaje central, el tono de la historia. Y una vez que la elección está hecha, la alquimia entre lo real, las historias que circundan a lo real y la mirada de los otros, además de los personajes que se llevan a los límites para que la ficción funcione, tienen mucho que ver con lo que se quiera contar con el personaje.

La elección de Adrián Caetano (Oso rojo, Pizza, birra y faso) es excelente como director, porque es capaz de llevar esa marginalidad extrema a un cuadro de belleza visual y hasta de poesía, sin caer en excesos narrativos.

Serán unos pocos años en la adolescencia Carlos Tévez en los que ancle el relato. COn un breve paso por el accidente con agua hirviendo que le deja esas marcas en la cara que todavía lleva y son su sello, y para también introducirnos en la historia de su familia. Una madre que decide no criarlo (un personaje a la medida de Sofía Gala) y que, sabiéndose incapaz, lo entrega al cuidado de su hermana y su cuñado.

A lo largo de la serie nos reconciliaremos con la madre biológica, su deterioro y su inconstancia y el mundo en el que vivió nos hacen de alguna manera comprenderla.

Los tíos, que son los padres adoptivos serán entonces el eje afectivo que contenga la infancia de Tévez. Su refugio. Los valores que ahí aprende, el trabajo de su tío albañil, la precaución con las drogas y los excesos de todo tipo que se les presentan, la insistencia con que vaya al colegio, pero sobre todo el amor incondicional y el hacerlo parte de esa familia, son los claros cimientos para lo que construirá en su vida adulta.

El otro gran personaje de esta serie es el Fuerte Apache.

Un personaje que está ahí, presente, todo poderoso, con sus reglas y sus miserias, sus momentos de alegría y sus excesos.

Es el Fuerte el lugar adónde creció Tévez, pero también es el lugar adónde estuvieron todos sus amigos, sus afectos, adónde aprendió lo bueno y lo malo de la manera más brutal que pueda concebirse. Por eso el Fuerte es un personaje no menor en la trama, y está fotografiado, mostrado, con una calidad increíble y desde todos los ángulos posibles.

Es el lugar de la plata fácil producto del comercio de drogas, el lugar de las bandas de adolescentes que sin ningún esfuerzo llegan a portar armas para hacer su justicia. Es el lugar en el que los conflictos se dirimen sin mediaciones, los graves y los más absurdos, sin apelar a nadie para que los controle. Se dirimen entre los protagonistas.

La muerte, ver un muerto en la calle antes de los 10 años es entonces, para todos los habitantes de alguno de los Nudos del Fuerte, una cuestión cotidiana.

El rol de las madres como contenedoras, como refugio, es otro de los temas bien logrados en el relato.

En ese enjambre de violencia es en el que se cría Carlitos. Con el refugio de su familia, tíos que lo adoptan y guían en la vida, su madre biológica que aparece y desaparece y los tíos y sobrinos con los que convive.

Pero también sus amigos, en especial en la serie el Uruguayo, Danilo Sánchez (ficcionado un personaje de la vida real, que jugaba al fútbol mejor que Carlitos) su hermano de aventuras, de travesuras, y sobre todo del fútbol, que abrazan juntos en las inferiores del club Santa Clara y luego All Boys.

Se irán a probar a Vélez, Carlos no queda, pero Danilo no puede con su vida. A diferencia de Tévez, vive solo, con un hermano muy adicto en la más absoluta miseria. No podrá con eso, y las vidas se irán separando de a poco, de manera irreversible.

La narración está sostenida con una buena historia, con personajes creíbles, con ese ambiente ineludible de la marginalidad más extrema, y con el amor de la familia y la guía en valores.

La paciencia de Segundo, el tío, para criarlo, para inculcarle cosas buenas, acompañarlo a entrenar, a jugar, a salir de esa vida a través de lo que mejor hacía que era jugar a la pelota. Esa constancia, ese amor incondicional es quizá la clave de la historia.

Un dato muy relevante son las apariciones de algunos segundos del propio Carlos Tévez en el comienzo de cada uno de los ocho capítulos.

Con sus palabras, con sus recuerdos, con su voz y su emoción, confirma y reafirma todo lo que veremos ficcionado después, como un sello de autenticidad que nos entusiasma, porque quiere decir que no habrá engaños, que las cosas fueron así, como las vemos, y que las licencias artísticas no nos desvían del relato de una vida.

La serie arranca con el episodio del agua hirviendo cuando era bebé, pero recorre básicamente la adolescencia hasta el debut en la primera de Boca en un partido contra Talleres de la mano de Carlos Bianchi, y luego en la bombonera de la mano del maestro Tavárez.

Una historia auténtica, poderosa, entrañable, difícil, que eleva al personaje a una categoría de ídolo mucho más alta que la que tenía.

Resiliencia pura.

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