The Handmaid's Tale (temporada 3)

The Handmaid's Tale (temporada 3)

La exquisita dirección de arte, unas actuaciones memorables, un clima sostenido, opresivo y siniestro, son las claves de una temporada que sostiene y revela.

7 Butacas



Es cierto, ya no hay sorpresas, ya sabemos cómo funciona la República de Gilead, sus códigos morales, sus excesos y el autoconvencimiento de las élites que son los salvadores de la humanidad.

Entonces en esta tercera temporada la clave es cómo, sabiendo todo lo que sabemos, mantenemos la tensión narrativa sin la posibilidad de sorprender (por la parte negativa) al espectador.

La fórmula es compleja, pero se logra con creces.

Habrá que mantenerlos entretenidos, sobre todo siendo testigos del crecimiento de June como líder de las criadas (en esta temporada quizá Elisabeth Moss abusa un poco de algunos mohines y gesticulaciones muy repetidas) y la caída de los Watherfords como todopoderosos.

No sin contratiempos, y es lo que mantendrá la tensión.

La temporada entonces (siguen apostando a temporadas largas) nos hará pasar por esos estados de ánimo, por la construcción de algo grande que no sabremos bien qué es (se devela hacia el final de la temporada) y por una conexión cada vez más frecuente con el mundo fuera de Gilead, especialmente con Canadá, adónde viven todos los que han podido escapar de la violencia del principio y los que lograron salir.

Es una temporada intensa, con una June que se viste de heroína y está dispuesta a ir por todo, que encuentra aliados inesperados y que es capaz de una hazaña conmovedora.

Mientras se prepara para la temporada final, la cuarta, que llegará el año que viene y que promete ser tan intensa como estas tres.

Es cierto, sin sorpresas como en la primera, no es fácil sostener la narrativa, pero para los seguidores es una gran temporada.

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