La odisea de los giles

La odisea de los giles

Bandini asistió a la avant premiere de la nueva película de Sebastian Borensztein. Un  western rural, una historia demasiado cercana a nuestros recuerdos de la angustia del 2001, cuando lo perdimos todo. Un relato con mucho de nosotros, que cuenta una historia de revancha y de justicia, como en los westerns clásicos. Buenas actuaciones y una banda de sonido impecable.



8 Butacas



Es una película de climas, pero también ofrece otras lecturas, porque también es una película de grandes golpes colectivos (como esas americanas del género "heist" que tanto entretienen) y es, por sobre todo, profundamente nuestra, argentina.

Los giles de a pié, los que no manejan esa información que hace la diferencia, los que son una y otra vez engatusados por los vivos de siempre ("...el que es hijo de puta no se levanta a la mañana y se dice en el espejo, yo soy un gran hijo de puta") suelen ser mansos, hasta que dejan de serlo.

Golpe tras golpe, la película recurre a algunos golpes duros, giros de la historia, para que no solo nos pongamos del lado de los giles, sino que justifiquemos cualquier cosa que hagan para reivindicarse.

No podemos no sentirnos giles nosotros.

Perfectamente ambientada, con el marco de un pueblo rural de la provincia de Buenos Aires, con personajes entrañables y arquetípicos (el delegado de Vialidad, el Jefe de la Estación por la que ya no pasa ningún tren, el empleado municipal, el mecánico...) que primero tienen el sueño de reabrir una vieja acopiadora de granos en un esfuerzo cooperativo y después, pacientemente, se unirán para hacer justicia.

Tiene impronta de western por los paisajes, por ciertos pasajes naturales y melancólicos, por esas noches estrelladas, por lo rural, por lo polvoriento y el profundo sentido de justicia. Y como en los clásicos, los malos son los poderosos (el abogado, el banquero, el intendente) y los buenos los de a pié.

Quizá en el desarrollo sobren unos minutos, hay algunos pasajes que se hacen algo largos. Lo que conspira es que estamos muy acostumbrados a las series, que se desarrollan rápido, cuando uno hace un plan, se ejecuta rápido. En La odisea, el plan se hace, y la realización lleva tiempo, está llena de detalles, los vamos viendo evolucionar, dudar, reafirmar su confianza entre ellos.

Las actuaciones merecen un comentario aparte, porque son sencillamente excelentes. No hay fisuras colectivas, nadie desentona, y logran un nivel de cohesión colectiva que es muy interesante.

Darín, padre e hijo, llevan sin dudas el ritmo y la emoción, pero los personajes que los secundan son de lujo. Brandoni, que compone como en Parque Lezama, a un viejo anarquista que ve en esta aventura la oportunidad de su vida, Daniel Aráoz (genial) que compone a un viejo jefe de estación ferroviaria peronista y entrañable, Rita Cortese como la dueña de una de las pocas empresas prósperas del pueblo, Carlos Belloso, que si bien hace un personaje que nos tiene acostumbrados, no exagera y nos regala momentos de hilaridad con su personaje.

Hay una participación muy interesante del Marco Caponi, como el hijo de Cortese y de Verónica Llinás, que como esposa del personaje de Darín, llena la pantalla.

El libro de Sacheri, bien adaptado por Borenztein y el propio Sacheri, tiene todo para ser una historia entrañable. Pasa de todo, los personajes son queribles, hay como siempre algo de fútbol (introducido en esta historia de una manera muy creativa) hay amistad, hay melancolía y hay esperanza.

La épica de la amistad, de los desprotegidos, de los perdedores, sobresale en una historia que nos evoca esos días de angustia de finales de 2001 cuando lo perdimos todo, y nos amiga con la historia cuando nos hace cómplices de una gesta noble. 

Todo se pone por delante del pensamiento moral, la justicia y la redención llegan al final, cuando todos logran lo que se propusieron y los valores afloran.

Si no fuera por esos minutos de detalle excesivo, es una película de factura excelente.

Le va a ir muy bien, es muy argentina.

Comentarios

Entradas populares