El jardín de bronce (segunda temporada)

El jardín de bronce (segunda temporada)

Sin la sorpresa de la primera gran temporada, con los personajes que tienen que adaptarse a sus nuevas vidas, y con una historia con demasiados temas a resolver, la calidad de producción es lo más interesante.




6 Butacas


Porque el nivel es deslumbrante, el de realización, con imágenes de la ciudad de una belleza inusual, dando marco a la historia como una jungla similar a la de la primera temporada, nada más que de cemento, y el ritmo narrativo, los planos, la edición.

Es una temporada que mantiene y supera la nota en todos los rubros técnicos, logrando una calidad de realización asombrosa y esperanzadora para la exportación de contenidos.

El tema es que la historia, necesita de muchas complicidades para que se desarrolle bien.

Fabián Danubio (un correcto Joaquin Furriel) es el mismo arquitecto que en la primera temporada pasó por la odisea de buscar a su hija desaparecida durante 10 largos años.

Ahora vive con ella, con sus fantasmas y su retracción (un papel complejo, que Maite Lanatta sortea bien, aunque con riesgo de mohínes y exageraciones) tratando de rehacer una vida de familia.

Sigue su relación con la policía que lo ayudó por afuera de las normas en la búsqueda de su hija, y con su trabajo de arquitecto.

Pero un día, una desconocida, pero que conoce su lucha y su caso por la difusión que tuvo en los medios, ante la desaparición en circunstancias extrañas, de su hijo adolescente, piensa que puede ser un buen aliado para que la ayude a buscarlo.

Y lo va a ser.

Se va a meter tanto como se metió con su hija, en una especie de rol de justiciero, de vengador anónimo que está para ser auxiliar de la justicia y la policía, porque le dedica las 24 horas del día a pensar en eso (obsesivo).

La historia se va poniendo compleja, abre ventanas, suma gente, y se nos va diluyendo la búsqueda, hasta que se van descubriendo las puntas.

Quizá esta lógica de hacer complejo el caso, conspire contra el buen cierre de todos los personajes, que en general no llegan a desarrollarse de manera atractiva.

El personaje de Luis Luque, gran detective privado de la primera, está introducido de manera atemporal en esta segunda, y a veces confunde.

Paola Barrientos compone a una madre desesperada, y lo hace con mucha convicción, aportando los momentos de tensión interpretativa más interesantes.

Por lo demás, es un relato policial, que se dirime en 8 capítulos, que nos reserva una sorpresa en el final, y que está filmado de manera impecable.

Quizá sea un poco morosa en el ritmo.

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