Candy

Candy

Jessica Biel hace tiempo que elige lo que quiere hacer, lo produce y lo lleva adelante con buen suceso. Después de producir The Sinner, con Candy se mete con una historia real, un brutal asesinato ocurrido a comienzos de los años 80 en Texas.


6 Butacas




Y lo hace bien, la miniserie de 5 episodios (un buen formato) que produjo para Hulu tiene mucho cuidado en lo estético, en una correcta configuración de época y de lugar, ese Texas siempre pueblerino y de alguna manera imprevisible, un lugar en el que nada pasa hasta que, cuando algo pasa es brutal.

La Biel hace el papel protagónico, Candy es Candance Montgomery, una ama de casa todoterreno, dedicada a su familia y a su iglesia, una topadora que llena las horas del día de obligaciones amorosas para la felicidad de su esposo y sus hijos pequeños.

Describe con precisión ese modelo de familia autosuficiente que tanto y tan bien se desarrollaron en las historias televisivas, dos autos, casa grande, comodidades, la actividad en la iglesia, en el deporte, en la comunidad.

Pero esa vida de monotonía está por estallar en Candy, que necesita algo que la haga salir de esa comodidad, de ese rol de madre que todo lo puede, para ponerla en un plano de mujer nuevamente, no ya de la gestionadora del hogar que hoy es.

Lee novelas eróticas, habla de esos temas con alguna amiga sin sonrojarse, envidia a la esposa del pastor que un día comunica que se divorcia y al poco tiempo viene de la mano de otro hombre, fornido, con el que todo se vuelve a encender.

Ella lo espía de afuera, esas cosas, al límite de sus convicciones o los estereotipos que están vigentes en esa comunidad, no parecerían volver a pasarle, volver a ilusionarla, volver a encenderla.

Todos son buenos, su marido es bueno, sus hijos son buenos como hijos, como estudiantes, como deportistas, como amigos en la iglesia, y todos se olvidan de alguna manera que detrás de esa topadora hay una mujer que puede ser sexy que puede todavía gozar de su sexualidad y que tiene mucho para dar en ese sentido.

Lo organiza todo, plantea sin titubeos al esposo de una de sus amigas (no la más cercana) que quiere tener un amante y que él es un buen candidato, se ponen de acuerdo, ponen reglas, establecen qué hacer, rutinas, escapes, convenciones mutuas para que sea bueno para los dos.

La pareja de Allan es amiga de Candy, y si bien no hay nada que la haga sospechar, ese peligro está latente.

Un día, con Allan de viaje por trabajo, su esposa aparece muerta en su casa, brutalmente masacrada con un hacha!

No adelantamos nada si contamos que fue Candy, lo realmente increíble en esta historia es el juicio al que es sometida, que termina por absolverla, por razones que hay que ver en el relato.

Una historia real que tuvo mucha repercusión en su momento, que se transformó en historias periodísticas, libros y programas de TV hasta que Hulu la hace miniserie.

Está bien contada, y sobre todo está muy bien el ritmo cansino, casi lento que va llevando, como que nada va a alterar la monotonía de esa comunidad Texana.

Hay algunas cosas interesante, el diseño de títulos es muy bueno (un detalle menor si se quiere pero muy destacable) que nos introduce en el clima necesario de la historia, su cadencia absoluta, como que los títulos están hechos para que bajemos varios cambios antes de empezar a verla.

Por lo demás la historia es simple, no ofrece sorpresas, es muy lineal casi como si fuera una crónica documental, pero quizá en esa economía es adonde están las mejores cosas.

Fueron 41 hachazos, brutales, salidos de esa dulzura que es Candy, y quizá sea ese el punto más fuerte para su defensa.

Es correcta, y está bueno ver a Jessica Biel en un rol que la desfigura un poco, la saca de su belleza natural y la mete en otra piel, lo encara muy bien.

Y el elenco, en el que se destaca la galardonada Melanie Lynskey como Betty, la mujer que va a morir, y una aparición como detective del marido de la Biel, Justin Timberlake, es bueno y acompaña muy bien con sus ropas y peinados de época.

Carece de emoción.


 

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