The staircase

The staircase

La serie plantea una vuelta de rosca al formato ficción basada en hechos reales, una dramatización muy ajustada de un hecho policial, pero a la vez, y esto es lo novedoso, de un documental sobre ese hecho policial. Y funciona.


7 Butacas



En el año 2001, poco tiempo después del atentado a las torres gemelas de Nueva York, un barrio acomodado de Durham, Carolina del Norte, se conmueve con un caso extraño. Una llamada al 911 advierte que una mujer, Kathleen Peterson, se cayó por las escaleras y está agonizando, ensangrentada.

A los pocos minutos un nuevo llamado advierte que ya no respira. Es otra vez su esposo Michael Peterson.

Ese es el hecho real.

La ficción entonces nos lleva a esos momentos en los cuales llegan la policía, los paramédicos, los investigadores, y convierten a esa escena en la escena de un crimen, de un homicidio.

La interpretación de Colin Firth como Michael Peterson y de Toni Collette como su esposa son de gran factura, sobre todo la de Firth, que se aleja de sus flemáticos personajes ingleses para ponerse en la piel de un tipo controvertido, que tiene a mano a partir de la enorme cobertura que tuvo su caso.

El creador, Antonio Campos que viene con los pergaminos de producir The Sinner, se propone no solo recrear desde la ficción ese hecho que la audiencia tiene fresco porque conoce a los protagonistas y el derrotero judicial del caso, sino que además incluye en el relato, tal cual sucedió en la vida real, al equipo francés de documentalistas que fue haciendo un documental (se puede ver en Netflix) sobre el caso, siguiendo a Michael y a su familia, su abogado y su entorno por todos lados, en los días en los que discutían la defensa, en la cárcel, en las distintas instancias del juicio, logrando un juego espejado muy interesante.

Vamos a ver entonces cómo, un caso de la vida real, pone en juego al sistema judicial, lo expone de manera brutal (el fiscal fue luego juez y sus métodos no fueron siempre transparentes) y que además es contado desde el momento 0 por un equipo documentalista.

Es decir, está todo ahí, todo expuesto, todo contado desde diferentes perspectivas todo el tiempo, lo que hace que sea necesario darle una vuelta de rosca para que vuelva a ser atractivo de ver.

Es decir, lo seguiste por TV, lo viste en un documental editado y trabajado (con toma de partido por la inocencia de Peterson), bueno, ahora te lo vamos a recrear ficcionado, con apego a los hechos, y sin revelarte nunca qué pensamos.

Un cruce de géneros interesante, que da un resultado más interesante aún.

En momentos en los que en Argentina estamos revisando casos desde la óptica de estos formatos documentales (Nisman, María Marta García Belsunce, Cabezas) es una alternativa interesante para enfatizar, para reinterpretar, para decir cosas de otra manera.

El cruce de formatos es muy atractivo, el resultado final también, siempre pasados en buenas actuaciones, creíbles, complejas (acá destaco mucho el trabajo de un actor que me gusta mucho, Michael Stuhlbarg en el papel del abogado defensor David Rudolf) y un apego a los hechos en ese cruce de reflejos que son la realidad según los protagonistas, el documental que se hizo mientras se hacía el juicio, y los testimonios nuevos de todos, con la distancia que da el tiempo transcurrido.

Mucho para aprender y quizá sea un camino nuevo, mixar todas esas plataformas, esos contenidos, para hacer uno nuevo y que los trascienda.

Quizá el único punto flojo sea la duración, 8 episodios largos pueden resultar cansadores en algunos momentos, sobre todo porque pasan cosas todo el tiempo, pero está bien.

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