La peor persona del mundo

La peor persona del mundo

Podría ser el fin de la inocencia, el difícil paso de los 20 a los 30 con la mochila y los mandatos que ese trance lleva. Esta película de apariencia tranquila recrea con precisión esos días en los que todas las cosas que nos pasan son trascendentales.


7 Butacas



Esta película noruega se entrega a esta temática y lo hace de manera no paisana, es decir, lo hace intentando recrear esa sensación de cuando uno comienza a entrever que no va a ser joven siempre y que las cosas que no se hicieron es difícil que se hagan, y que en algún momento es necesario parar, elegir, optar, buscar refugio para lo que viene, buscar esa compañía para el resto del viaje.

La protagonista, hermosamente joven, tiene un amante mayor, que ya pasó por esa etapa que ella encara ahora, y siente que no la entiende, que tiene otras cosas en la cabeza, que ya eligió (a ella) y eso implica nuevas cosas, tener hijos por ejemplo.

Ella está en medio de su torbellino de búsqueda, no termina de saber qué le gusta, si puede decir con precisión qué es lo que no le gusta, pero tiene todavía mucho espectro abierto, mucho camino para probar y errar.

Las dos vidas se desacoplan un fin de semana de adultez.

El formato de la película es interesante, plantea una especie de novela, de libro para leer, en 12 capítulos un prologo y un epílogo, bien demarcados, en los cuales la historia va a fluir sin interrupciones molestas, pero nos va a ayudar a estructurar la historia en nuestra cabeza.

La actriz es magnética, su sonrisa, su debilidad, su aparente convencimiento de sus decisiones, la manera de bailar, de expresarse, de entregarse, es sencillamente magnética.

Un día va a dejar a su pareja, y va a cruzarse con una aventura, en un casamiento en el que se cuela para quizá demostrarse que puede seguir haciéndolo, que no es tan grande como para que la descubran. Y esa noche conoce a un chico de su edad, como ella en plena búsqueda, que no tiene la vida resuelta.

Juegan a la seducción, bailan, toman, se rozan, se dicen que no engañan a sus parejas porque no pasa nada, pero se desean tanto que no van a tardar en volver a buscarse.

Una de las escenas más románticas de la película es un sueño en el que ella cruza toda la ciudad con todo el mundo detenido nada más que para darle un beso a su nuevo amor, aventura.

Dejará a su pareja, probará otras disciplinas, pasa de estudiar medicina a fotografía y a trabajar en una librería.

Será con su nuevo amor con quién toda la estabilidad de su última experiencia se desmorone, es otro departamento, más chico, menos cómodo, más desordenado. El trabaja como ella en una cafetería, no hay proyección, es ahora y es también una búsqueda.

Nivela en edad, pero ya le queda incómodo.

Su anterior pareja se enferma, mal, terminal, y ella se conmueve, hablan largo (excelente escena de la que es difícil escapar indemne) de la vida, de lo que vivieron hasta ahí y de cómo imaginan lo que viene, aunque uno de ellos ya no lo pueda vivir.

En definitiva es una hermosa película, que nos hace retroceder en el tiempo, nos ubica en esos años de pocas certezas, de convicciones, de planes, de futuro y a la vez de frescura, en los que todo puede cambiar en un segundo.

Y lo muestra sin golpes bajos, pero de manera contundente y explícita, con altas dosis de emoción y con una belleza de imágenes y narrativa que emocionan por lo infrecuente.

Buena película que viene del frío.

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