En la mira

En la mira

Película argentina de formato televisivo, estética y trama con un solo gancho, uno solo camino de ida, que se gasta hacia el final.


4 Butacas



La mejor carta que exhibe la película es un arranque inesperado y un desarrollo que empieza a complicarse de entrada y que está bien resuelto. La peor es que el trío protagónico no alcanza, Nicolás Francella, Emilia Attías, Paula Reca no tienen la química que requiere una trama que, los va a tener como protagonistas centrales, quizá a pesar de ellos.

Francella está bien, es un buen chico, tiene la sonrisa magnética de su padre y es un actor que tiene mucho recorrido por delante. Encarna a un empleado de call center de una empresa de comunicaciones, un pibe simple, que se está por casar con el personaje de Paula Reca y al cual las cosas le salen relativamente bien.

Tiene su trabajo, su novia, sus planes, sus sueños, pero también tiene una amante muy por encima de su paga, una de las directoras de la empresa para la cual trabaja, es el personaje de Emilia Attías, a la que ya no podemos adivinarle expresiones debajo de sus cirugías. Nunca fue una actriz clasificable, pero ahora es menos, ha decidido esconderse tras una máscara inexplicable para su juventud. Su papel es absurdo.

Las cosas fluyen de alguna manera, se están por casar los novios y eso parece no alterar los planes de disfrute sexual de los amantes.

Hasta que justo sobre el límite de su horario, el operador toma la última llamada, que se va a transformar en una pesadilla.

Una voz, un cliente enojado pero con altura y con mucha ironía, va a desencadenar una locura inexplicable.

Quién no quiso alguna vez asesinar (en términos metafóricos, claro está) a un empleado de call center que se niega a entender qué necesitamos, que nos pide una y otra vez los mismos datos, que corta la llamada en medio de la comunicación. Bueno, esa voz que aparece en el teléfono no solo tiene su voz y su capacidad de comunicación, también tiene un rifle de largo alcances con una mira telescópica bastante precisa y la cabeza del Francella en la mira.

A partir de esa tensión se desarrollará el resto de la historia, una llamada que no puede ni debe cortarse, con la amenaza de matar gente, un procedimiento de baja (que es lo que solicita el cliente asesino) que lleva otras autorizaciones y la intervención de más niveles por encima del operador (acá la historia patina un poco, casi que parecería que hablan con el CEO de la empresa) y una tensión creciente y asfixiante.

En medio de todo, sin poder cortar la llamada, todo lo que pasa alrededor de estos personajes se irá complicando, la cita para probar el catering del casamiento se cancelará porque el no llega, ella irá a la oficina a ver qué pasa, verá una escena incómoda con el personaje de Attías que siente que la traicionó un empleaducho que no llegó a la cita programada, y toda una cadena de malos entendidos cuyo peso cae en los hombros de Francella.

La estética falla. Todo como muy de manual y de decorado televisivo, poco auténtico y demasiado afectado.

La voz en el teléfono es la del Puma Goity, que le agrega lo suyo aún sin aparecer en pantalla, recién lo descubriremos en los últimos 2 minutos.

Para llegar al final, cuando estamos algo cansados de las peripecias y los malabares de Axel (el personaje de Francella) tenemos unos giros, unas vueltas de tuerca que nos complican un poco el panorama.

Maneja bastante bien la tensión inicial, pero se desdibuja hacia el final, como uno de esos equipos de fútbol que no pueden aguantar el ritmo los dos tiempos.

Muy transitado el formato, para que atraiga, habría que contarlo de otra manera, menos lustrosa y televisiva.


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