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Se cruzan dos caminos en esta película, el sendero del mundo de las cocinas sofisticadas, los chefs y sus tiranías insanas y el mundo de lo obscenamente caro, lo exclusivo de toda exclusividad, y lo vacío de esos mundos.


6 Butacas



En la línea de los excesos como en la reciente Triangle of sadness, y en cruz justa con lo insinuado en la serie El oso (muy galardonada) llega esta película de cámara, contenida en los límites de una isla exclusiva, a la que van a llegar como para una misa, un grupo selecto de personas para tener la sublime experiencia de una sena de varios pasos con un chef famoso y enigmático.

Ese personaje, a la medida de los susurros y las medias voces pero también de la mirada feroz e intimidante de Ralph Fiennes, es el centro de la galaxia, el rey de esa isla deseada por muchos, poco accesible por sus precios, y porque de alguna manera queda claro que uno no solo con dinero puede acceder a una reserva para cenar y sumergirse en esa experiencia, sino que además, debe ser aceptado por el famoso y tirano chef.

Serán un grupo muy variado de personas que se suben a un barco para ser parte de esa experiencia culinaria de 1250 dólares el cubierto, de la mano del famosoC hef Slowik.

En las características de esos comensales, y las interacciones con el chef y entre ellos radicará la clave de la trama, que se presenta inquietante desde el primer momento.

No sabemos nada de ellos, pero los iremos descubriendo a medida que transcurra el relato. 

Estará una estrella de cine en declive (John Leguizamo) y su asistente, una crítica de precisamente restaurantes muy complicada, una pareja de gente mayor muy rica que ya fue como once veces y la experiencia no les dejó ni siquiera para recordar un solo plato de los que degustaron, y la pareja central, Mrgot, una prostituta de alto nivel compuesta por Anya Taylor-Joy y Tayler, (Nicholas Hoult) que se considera a si mismo un conocedor y sueña con que el chef lo reconozca y valore de alguna manera.

Los acontecimientos que se irán desarrollando desde el primer plato, las interacciones con el chef, sus presentaciones de cada uno de los pasos del menú, se irán poniendo más y más oscuras, hasta que todo se vaya de control, y no sepamos nunca lo que viene, por lo inesperado y sorpresivo.

La experiencia es exclusiva y cada uno de los comensales se sienten así, hasta que en uno de los platos, una tortilla para tacos lleva impresa una foto de ellos en una situación incómoda o demasiado privada, y ahí las cosas van a cambiar definitivamente.

Ese menú será definitivo y violento, artístico y sofisticado, atemorizador y sangriento.

Quizá se ponga demasiado bizarra y tenebrosa en algún momento y nos hace prescindir de lo primario, que tiene que ver con esa experiencia culinaria de gran esnobismo.

Anya y Ralph son superiores en su duelo

Lo bizarro es que, a pesar de esos extremos, algunos no terminan de darse cuenta de la gravedad y lo atribuyen a la genialidad del chef, todos están a su merced.


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