Chile 1976

Chile 1976

Potente historia íntima que sin mostrarnos casi ni un arma nos atemoriza y paraliza por momentos, una tensión lograda a puro talento cinematográfico.


8 Butacas




La joven directora chilena Manuela Martelli hace una película de adultos, de sepias, de interiores potentes y de colores apagados.

Carmen (una extraordinaria actriz, Aline Küppenheim) es una mujer educada, perteneciente a esa clase acomodada que es chilena obviamente en esta película, pero que comparte rasgos de estilo y costumbres con la nuestra, con la argentina.

Es 1976 y en Chile hace 3 años que está en el poder Augusto Pinochet, el País está militarizado, y las familias siguen su vida, aunque sepan que algunos no pueden hacerlo.

Carmen es la esposa de un médico, uno de esos personajes que se acomodan, que visten con pañuelo al cuello y gomina, y que no se meten en política, que dejan hacer, que en el fondo desean que alguien limpie a los rojos del País.

Se va a supervisar la remodelación de la casa de veraneo de la familia, se va con su señora de las tareas domésticas, sola, a trabajar en ese clima hostil de las casas de verano cuando hace frío.

Se instala con los que trabajan en la construcción, nada que se salga ni un centímetro de lo que se espera de ella, que se encargue de esos detalles, elija el color de las paredes, y tenga todo listo para recibir a la familia los fines de semana.

Anda sola, con su Peugeot 404 (nostalgia pura) sus pastillas para dormir, para levantarse, para abrir el apetito y para las jaquecas, y sus cigarrillos que enciende todo el tiempo.

Es una vida apacible.

Tranquila, segura.

No parece inquietarse por nada, aunque si prestamos atención, la profundidad de la composición de su personaje, nos hace sospechar que tiene un universo mucho más profundo de lo que deja ver, mucho más rico y solitario.

Un día, el sacerdote de esa capilla frente al mar, amigo de la familia, le cuenta un secreto y le pide ayuda. Tiene escondido en una de sus habitaciones a un joven, le dice que es un delincuente común que ha sido baleado en un episodio extraño, y que cometió un robo por hambre.

Ella lo va a ayudar, lo va a curar, lo va a ir conociendo, para entender rápido que no se trata de un delincuente común, que es un terrorista que fue baleado en un enfrentamiento.

Su mundo se va a poner patas para arriba pero no lo vamos a notar en su andar, en su mirada, en su relación con la familia, lo vamos a notar en su ánimo, en sus ganas de ayudar a cualquer precio.

Hay un aire de Hitchcok, eso que tan bien retrataba, personas comunes en situaciones extremas, que nos va a resular familiar.

Pero Carmen no se asusta, hay algo en ese muchacho herido que le despierta su costado humano y quizá, un costado político que no podríamos nunca adivinar que tenía.

La película construye alrededor de esa relación, y de todo lo que va hacer para que pueda volver con su gente, curarlo y que siga con su lucha.

Una mujer normal, una mujer común, con una tarea nada fácil en un entorno que sospecha de todo en el que los delatores son sus propios amigos y familia.

Una historia contada con una economía de imágenes y despliegue pero que es intensa, sútil, comprometida y sobre todo, que logra una tensión molesta y constante.

Desde la música (una especie de ruido incómodo) hasta la fotografía en colores casi gastados, pero sobre todo la interpretación precisa y conmovedora de su protagonista hace de esta película una vuelta de rosca a todo lo que vimos que revisa esos años.

Porque nos instala en el conflicto sin mostrarnos violencia, sin armas casi, con sugerencias y diálogos precisos.

Es una buen ejercicio de memoria. Una historia mínima de las tantas que existieron en esos años complicados.

Comentarios

Entradas populares