Empieza el baile

Empieza el baile

Una especie de road movie nostálgica, personajes que seguro nos hemos cruzado en nuestra vida, anclados en un tiempo que ya pasó, pero con la ironía intacta.




Carlos y Margarita (Grandinetti y Morán) fueron pareja de tango, muy famosos, de esos años en los que el tango conquistó Estados Unidos y Europa, los años de esa maravilla que fue Tango Argentino.

Hace mucho que no se ven, Carlos se fue a vivir a España, allá tiene una esposa y una hija, y sobre todo, una vida nueva, más acorde a estos tiempos y con la impronta europea.

Lo llaman por teléfono, su amigo Pichuquito (Marrale) para darle la triste noticia de que Margarita falleció, y que el velorio es en esos días.

Carlos se arma una valija y viene a Buenos Aires para despedirse de ella, que fue no solo su pareja de baile, sino que además fueron pareja, de difícil vida juntos, pero pareja.

A Carlos no se le hace fácil dejar sus cosas allá y venirse, pero esa nostalgia puede más y lo hace.

Cuando llega al velatorio, hay algunos que lo reconocen, y dice unas palabras muy sentidas de su arte con Margarita.

Cuando quiere emprender la vuelta Pichuquito le revela la verdad, fingieron la muerte de ella para que iniciaran juntos un viaje de Buenos Aires a Mendoza, a conocer a un joven de unos 40 que, según Margarita, es el hijo de ambos.

Que ella lo dejó al cuidado de una señora que acaba de morir, que no pudo hacerse cargo de joven, que nunca se lo dijo y otras cosas que terminan de desacomodarle la cabeza a Carlos.

A partir de ahí, a bordo de una vieja Volkswagen Camper toda ploteada con las cosas de la gira de antaño, inician los tres un viaje entrañable, íntimo, irónico, que los va a llevar por recuerdos, confesiones y momentos de emoción.

La película podría haber desarrollado ese costado y hubiera bastado, pero no, se encarga de darle unos giros al relato que hacer que, sin perder el foco, nos entretengamos con las alternativas de un viaje demasiado accidentado y demasiado potente para esos personajes.

Está bien el relato, es ocurrente, y tiene que hacer todo el tiempo un gran esfuerzo para no plantear golpes bajos, porque la historia podría bien plantarse por esos carriles, es muy tentador.

Tiene el atractivo además de buenas interpretaciones, de los tres protagonistas y de todos los secundarios. Un equilibrio muy interesante.

Hay melancolía, pero hay también algo muy actual, muy nuestro, muy del interior, un viaje de Madrid a Mendoza pasando por Buenos Aires, que no da respiro.

El último trayecto tiene unos toques constumbristas y un estilo narrativo que la pueden hacer parecer una película argentina de los años 50 hecha en Lumiton o algo de absoluta actualidad.

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