El jockey

Le dicen comedia excéntrica, pero está muy lindera con el bodrio. El esnobismo de la propuesta, que intenta una dinámica de comedia negra con mucha presencia costumbrista, está hecha de silencios incómodos y baches narrativos, salvada quizá por un par de actuaciones por encima de lo que el guion puede ofrecernos.


4 Butacas



En esa simbiosis rara entre caballo ganador y su jinete, el que se lleva los aplausos es el animal, el humano es un conductor, un atleta sacrificado, pero a la vez un parásito de la fama del equino.

Por esa invisibilidad Remo Manfredini (el personaje central que compone bien Nahuel Pérez Biscayart) es un desastre, un marginal, un desaforado, que hace todo mal y cuya historia de gloria lo sostiene en el podio de los grandes, aunque ya no tiene ni la conducta ni los reflejos que lo llevaron hasta ahí.

Un accidente fuerte, producto de sus excesos, marca el final de su carrera, queda su fama, su leyenda, pero de ese desastre surge una nueva personalidad, más bizarra, opuesta, distinta, que será la que complemente la película.

Rodeado de gángsters de cuarta (quizá lo mejor de la historia) que habitan ese submundo de caballos, apuestas y millones en negro, vive una vida de privilegios hasta que todos se cansan de sus excesos y deciden darle caza.

Lo que tiene la película es estilo, es color, es ridículo y buena dirección de arte, si tuviera una buena historia sería una buena película, pero falta algo, hay continuidades que no se dan, baches extraños, a veces parece que no sabemos cómo va a seguir.

Luis Ortega, su director, es un buen director, y un tipo que sabe de festivales y de vanguardia, sus películas recorren ese circuito con la mirada benévola de sus protagonistas, su cine gusta por lo extraño en esos meandros, pero no nos alcanza para que la película sea atractiva y que no nos defraude.

Está visualmente muy bien, tiene momentos de pastiche bizarro, pero no tracciona ni el guion ni los baches.

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