María

Cómo la llamo? Le pregunta el periodista (que solo existe en su imaginación) María o La Callas? y ella le cambia todo el tiempo, La Callas es la Diva, María es la niña que la madre vendía a los jerarcas nazis en Grecia, que preferían escucharla cantar a cualquier otra prestación.



7 Butacas




Esta película biográfica dirigida por el chileno Pablo Larraín, es bella, lenta y muy triste, porque no nos muestra a la Diva que atraía todas las miradas arriba y abajo del escenario, sino que hace foco en el último año, a los 53, cuando se apagó definitivamente su vida en un departamento de París.

Contar la vida de María Callas a partir de flashbacks es contar su infancia desdichada, su cambio físico impresionante, la relación con su hermana y con su madre, y ese debut casual en Venecia en 1949 que la subió a un podio del que nunca bajó.

Pero también es hablar de Onassis, de los Kennedy y de los admiradores, muchos, que no le perdonaban un resfrío.

Sus creaciones, su voz, su interpretación, la pusieron en un sitial generoso y demandante, hay roles que nadie volvió a interpretar como ella, y en esta película apreciamos que eso es un peso demasiado grande.

El cuidado de Larraín (es el director de otras dos biopics sobre mujeres fuertes, Spenser y Jackie) para con la fragilidad y el arte de Callas es conmovedor, el respeto y el amor. Esta es una historia de fantasmas, de alucinaciones y de recuerdos que viven en la mente de la protagonista y que no todos los que la rodean pueden comprender. Es a la vez compasiva sobre las cosas amadas que perdemos, a medida que continúan deteriorándose y se nos escapan de las manos en contra de nuestra voluntad.

Angelina Jolie hace el mejor papel de su carrera, sútil, leve, profunda, respetuosa del ícono que interpreta levita con su voz y sus venas que parecen explotar en cada nota.

Su extrema delgadez hace juego con esos últimos años en los que la Callas se medicaba y no comía, y solo parecía levitar sobre las cosas.

El tiempo que le dedica a Onassis y su romance, el perverso mecanismo al que la sometía, el lugar que ocupó al lado de ese despiadado cazador que intentó que no cantara más en público, el dolor de su soledad y los contrastes perfectos entre el recuerdo en blanco y negro y los colores amarillos y ocres del otoño parisino hacen que la película sea visualmente refinada y que nos meta en una melancolía suave y compasiva.

La película es de gran belleza no solo para los amantes de la ópera.

Está muy bien, las películas de Larraín parecen no tener un guion contundente, una línea que no nos deje dudas, van siempre en esa lentitud que no siempre refleja profundidad, pero son sin dudas retratos atractivos y complejos.

Y la Jolie, está para un premio.

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