Gentleman Jack

Gentleman Jack

Potente historia basada en los diarios de Anne Lister, una mujer que en 1832 vuelve a Halifax, a sus tierras, para hacerse camino en un mundo masculino. Heredera, gay, curiosa, es todo lo que está mal hasta hace no tanto tiempo.


8 Butacas


El guión, basado en los diarios reales de la Miss Lister real, es vertiginoso y atrevido en todas sus líneas, y la puesta, el hallazgo en el elenco y el tono, lo hacen una serie casi perfecta.

Es cierto, no hay una trama que seduzca por otro lado, es decir, no hay misterios que resolver o grandes giros en la trama, pero si hacemos (y se logra fácil) el ejercicio de situarnos en tiempo y lugar, entonces todo lo que sucede es una aventura.

En la primera temporada (seguro viene otra) conocemos a Miss Lister, interpretada por una increíble Suranne Jones, y la conocemos justo el día que vuelve a Halifax luego de recorrer medio Europa. Y en Halifax, a su casa, a su fortaleza, Shibden Hall.

Sabemos poco de ella, solo la empezamos a ver decidida, veloz, sagaz, siempre vestida de negro, en contraste con los tocados y los vestidos con volados pastel del resto de las mujeres.

Y vemos ese contraste de manera brutal, mientras la mayoría de las mujeres que vamos conociendo están siempre sentadas tomando el té con masas, bordando o dibujando, vemos a Anne ir de un lado al otro, pelear por lo suyo, mirar el reloj todo el tiempo, y planeando cómo hacer para que no la pasen por encima los hombres poderosos.

Y también la veremos enamorarse locamente de una heredera millonaria y frágil interpretada por Suphie Rundle (Picky blinders, The Bodyguard) que le hace perder casi la cabeza.

En medio se entrelazan historias de la época, amoríos, la explotación del carbón, las realezas, la curiosidad sin límites de la protagonista, y la agonía y parsimonia del resto de las familias que solo viven de una renta.

Está muy bien planteada la trama, y lo central, que es la homosexualidad en una época sin lugar para esa vida, se hace central en el relato.

La realización de época, la pintura, mezcladas con la acidez británica y los guiños a la cámara (a la manera de Frank Underwood decide mirar cada tanto a la cámara) la hacen un relato exquisito.


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