Big little lies

Big little lies

Después de una temporada casi perfecta, seguir las historias de estas madres de Monterrey presentaba un desafío que está bien resuelto por el lado actoral, aunque algo débil por el lado del guión.


6 Butacas



Porque la tentación debió ser grande. Seguir. 

Llegamos al final de la temporada, que en realidad iba a ser una miniserie, y los premios, los elogios, la respuesta comercial y del público pedían seguir.

Se hicieron cambios en el equipo creativo (que se nota en el estilo, en el tono de esta temporada) pero el desafío no era tanto conceptual, como de historia.

¿Cómo seguir las vidas de estas 5 madres de la costa acomodada de California después de lo que habían vivido al final de la temporada pasada? ¿Cómo convivirían con ese secreto que compartían?

El anabólico de esta segunda parte es sin dudas la aparición de un personaje potente, arrasador, que es la suegra del personaje de Nicole Kidman, la mamá del esposo violento, nada menos que Meryl Streep, que va a volver para reivindicar la memoria de su hijo y, hasta el límite.

Esa será la historia principal, muy bien cimentada en las actuaciones de ambas potentes actrices (aunque Nicole haya perdido gran parte de su expresividad en los quirófanos de estética, una pena) que irá entrelazándose con las historias del resto de las protagonistas, hasta un lógico final común.

Todas serán llevadas al límite, serán puestas a prueba en sus debilidades y en las débiles bases sobre las cuales construyeron sus vidas de apariencias y de privilegios.

Cuando desaparece el dinero, cuando la verdad aflora, cuando el amor da paso al tedio, todo puede pasar.

Era un desafío continuar con la historia.

Y si bien el guión no ofrece sorpresas como en la primera temporada, está bien resuelto.

No esperen sorpresas, es una temporada mansa.

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