Dolor y gloria

Dolor y gloria

Melancólica, poderosa, compleja, una historia autobiográfica (que viene a completar una trilogía con La ley del deseo y La mala educación) que transita por las avenidas que crea Almodóvar, con una madurez y un tono extraordinarios.



9 Butacas



Antonio Banderas (es quizá el mejor papel que hizo en su carrera) encarna al director Salvador Mallo, que supo de éxitos y reconocimiento, pero que ahora vive en penumbras, cercado por dolores del cuerpo y del alma.

La espalda, las migrañas, la tinitus, y la soledad y los libros. Todos componentes de un mundo interior que Banderas trabaja a la perfección, con su tono, con sus miradas lánguidas, con sus dolencias físicas.

Ese alter ego de Almodóvar, sufre por todos lados. Recuerda a su madre y a su infancia como nunca lo hizo, y no quiere ver a nadie. 

Un reestreno de una copia restaurada de una vieja película suya, a manera de homenaje, lo despierta de sus letargo y lo moviliza. Entre otras cosas lo reencuentra con el protagonista con quién tuvo peleas fuertes y a quién no ve desde esos días.

Ese reencuentro lo pone de nuevo en un vínculo que daba por terminado, pero además lo acerca al mundo de las drogas, que vienen a ser un paliativo a sus dolores físicos y del alma.

A partir de esta excusa, Almodóvar nos pasea por el interior profundo de ese director, por sus recuerdos de infancia, su madre, su padre, el despertar de la sexualidad y el amor por el cine.

Con su estilo sútil, complejo, lleno de matices, la historia se desarrolla lánguida pero con una potencia arrolladora.

El amor, en el personaje que encarna Sbaraglia, y los sinsabores, la madurez y la creatividad del que escribe historias para no compartirlas, como una manera de espiar su interior.

Si bien Banderas es la presencia que deslumbra, todo el elenco acompaña de manera correcta en apariciones más o menos cortas, intensas y complejas.

A diferencia de otras películas del manchego, acá los hombres tienen un papel central, las mujeres han sido  la guía, pero los hombres llevan el peso de la historia.

El cine de Almodóvar pega. Enmudece, golpea por efecto y por emoción. Nunca pasa desapercibido.

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