El Marginal (Temporada 5 - Final)

El Marginal (Temporada 5 - Final)

La violencia desmesurada, la mugre, la tortura, los vínculos y los personajes horribles pero queribles, encuentran algo de paz en la quinta y última temporada de esta serie argentina que fue creciendo desde su estreno para convertirse en un producto de exportación.


6 Butacas



La serie es una serie incómoda, no porque uno no sospeche lo que se va a ver, que es la vida diaria en un penal de la Ciudad de Buenos Aires, sino por los extremos que frecuenta, la crudeza extrema y la crueldad.

Siempre me pregunto qué es lo que atrae de esas historias, ¿qué es lo que esperamos ver como espectador?, que se corrijan los que entran, que ¿paguen con exceso sus crímenes soportando en la piel y en el alma las peores de las vejaciones posibles?, ¿verlos sufrir como ellos hicieron sufrir a otros?, o nos consuela eso de espiar cómo es esa vida en la que nunca vamos a caer porque somos respetuosos de la ley.

¿Cuál es el efecto en la audiencia? ¿Nos hace ser mejores porque sabemos a lo que nos atenemos?

El Marginal es todo eso y algo más, porque es una pintura (parecería que no exagerada) de la vida en un penal de los que rodean a nuestras ciudades, con sus códigos, sus personajes oscuros, sus historias de vida, la religión, el misticismo, los negocios más terribles.

Los protagonistas excluyentes son Pastor (un policía que se infiltra en la cárcel y distintas circunstancias lo dejan allí anclado) encarnado por Juan Minujín, y los hermanos Borges, Mario (Claudio Rissi) y Diosito (Nicolás Furtado) que son una familia delictiva que en el penal se convierten en jefes y todos los negocios y la disciplina pasa por sus manos y las de los miembros de su banda.

Con idas y vueltas, historias de amor intensas, personajes macabros (Roly Serrano, Luis Luque, Carlos Portaluppi) y los directores del penal (Rodolfo Ranni y sobre todo Gerardo Romano) se va construyendo una historia que tiene algunos rasgos sobresalientes y otros golpes de efecto que resultan impactantes pero pueden alejar audiencias.

Hay como una especie de regocijo en contar, en mostrar, en poner en primer plano algunos excesos, que pueden en algunos capítulos ser más importantes que la historia. Ese no es un equilibrio fácil, pero se inscribe en esa tendencia a exhibir la cultura tumbera que inauguró hace años Okupas y que encontró en El Marginal, un punto muy alto en cuanto a la realización y la continuidad en el tiempo.

No es casual la participación en las últimas dos temporadas de Ariel Staltari, un actor y guionista clave en Okupas, Un gallo para esculapio, El Puntero y otras producciones de este género.

Es una serie fuerte, por contenido, por lenguaje, por escenas (algunas muy jugadas sobre todo las violentas) que exhibe un estado de cosas en las cárceles que poco tienen que ver con las series españolas o de americanas que solemos festejar (Orange is the new black, Vis a vis, Prision Break) en donde los excesos y la marginalidad no es nada distinta puertas afuera de los penales, los encargados del cuidado son igual de despiadados y los que dirigen tan corruptos y ávidos de negocios como los que están adentro, no podemos diferenciarlos salvo por los trajes y los uniformes.

Una producción que fue creciendo con los años (empezó en 2016) y que también fue cambiando de a poco la manera de contar, se fue haciendo menos local, más ágil y con más recursos para mostrar de manera provocativa.

Es un producto incómodo pero bien hecho, provocativo y muy crítico de un estado de cosas, complejo para desentrañar y que debería haber generado más debate en la sociedad, en definitiva nos muestra que el que llega allí no se recupera, que solo un milagro lo salva, porque es un pozo del que no se puede salir, y si se sale, es peor de lo que se entró.

Las actuaciones son buenas, en general muy parejas en los personajes secundarios, que van cambiando de temporada a temporada, y sobre todo el trío protagónico que es de excelencia. Nos hace perder de vista la ferocidad de sus actos, mezclando con actos de bondad, nobleza, o gestos de amistad potentes y desineresados.

Lo que se podría llamar códigos.

En un lenguaje que nos queda lejos pero que ahí está, y esta serie lo exhibe sin restricciones.


 

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