Argentina: 1985

Argentina: 1985

La película que desafía la indiferencia, Santiago Mitre logra recrear un espacio y tiempo delicado, pero a la vez indiferente a muchos, volver a vivirlo, aunque sea desde una mirada, desde una vereda, es indispensable.


8 Butacas





En esta espacio siempre vamos a estar a favor de las películas que nos ayudan a contar nuestra historia, a revisar los hechos, a recrear esos momentos que fueron tejiendo nuestro presente como País.

Revisar las vidas de los héroes, no solo se queda entonces en San Martín y Belgrano, están los héroes que conocimos por la televisión, a los que pudimos cruzar por la calle, y cuya figura y legado se va definiendo con el paso del tiempo. Supongo que algo parecido a lo que sucedió con aquellos héroes, los de la independencia por ejemplo.

En esta película, una película de "juicios, de tribunal" como estamos tan habituados a ver en la producción de Estados Unidos (El juicio de los 7 de Chicago puede servirnos como comparación), lo importante no solo está ahí, en la sala de la Cámara Federal adónde se sustancia lo medular del relato, el director elige contarnos cómo llegaron hasta ahí sobre todo los fiscales, el fiscal Strassera, compuesto bien por Ricardo Darín (hay un tema con las composiciones de Darín, nos gusta en pantalla, nos gusta fuera de la pantalla, pero los personajes pueden parecerse, como si este comentario importara mucho...es un imán) y su adjunto, el joven sin experiencia Luis Moreno Ocampo, otro gran retrato de Peter Lanzani.

Es decir, vamos a meternos en los días previos al juicio, cuando todavía era asunto de la justicia militar y poco a poco se iba perfilando para que sea la justicia ordinaria, la civil, la que se haga cargo de juzgar a los ex comandantes de las juntas militares por abusos, asesinatos y apropiación de bebés.

Los militares dilataban, la democracia estaba muy endeble todavía a pesar del huracán Alfonsín, y la sola posibilidad de que ese juicio trascendental se lleve a cabo, asustaba a la mayoría.

Entonces la película nos muestra al fiscal en su intimidad, de tipo parco, poco afecto a las luces ya las cámaras y a los halagos, hombre de escritorio y de expediente que había llegado a ser el fiscal de esa cámara quizá como un premio a su carrera.

Aterrado, sobre todo por las consecuencias de encabezar esa acusación a esos militares que hasta hace unos meses eran todo poderosos y decidían sobre la vida y la muerte era temerario, y sobre todo lo hacía pensar en la seguridad de su familia.

Pero en la película este es un punto fundamental, la familia de Strassera y el apoyo decidido que le da, la contención y la ayuda. Son los mejore momentos de la película.

Volvemos, es una película de juicio, con lo cual, es muy importante que antes de las escenas de sala, de tribunal, pasen cosas que nos ayuden a entender qué es lo que está sucediendo en ese recinto, y la película lo logra, no con grandes despliegues, pero lo logra, sobre todo a partir de las actuaciones de los que componen al equipo de la fiscalía, todos abogados muy jóvenes (los más grandes estaban todos con miedo o muy comprometidos ideológicamente) que logran darle dinamismo a los momentos que de otra manera hubieran sido pesados.

La película está bien, no es sensiblera, intenta mostrar hechos, se pasan sin baches las 2:20 que dura, y nos mete en esos años 80 a partir de los autos, los trajes y una banda de sonido muy bien elegida.

La vi en el cine, estaba lleno, y el final del alegato del fiscal, en el que dice esas palabras que todos tenemos en algún rincón de la memoria:Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más” produjo en la platea un silencio inusual, un aplauso fuerte, y más de un llanto contenido.

Para eso son las películas.

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