Silent night

Silent night

Un cuento de navidad macabro, como solo los ingleses pueden filmar, ácido y corrosivo con un final cruel.


6 Butacas



Eso es esta película, ópera prima de la directora Camille Griffins, tiene apariencia, envoltorio de comedia, pero a poco que anda, su tono se oscurece hasta la desesperación.

Una familia acomodada que vive en las afueras de Londres, en el campo, se prepara para recibir amigos para pasar la nochebuena.

Esos minutos son adorables, nos muestra una familia como la de cualquiera de nosotros con esos preparativos, las corridas, las cosas de último momento, los roles de cada uno de los integrantes de la familia en esa coreografía, las advertencias, sobre todo a los más chicos, de lo que no debe hacerse para no incomodar a los que vienen.

Esa pareja, los padres, que componen Keira Knightley y Matthew Goode (un actor que, por suerte, vemos cada vez más seguido en la pantalla) y sus tres hijos, son lo mejor de esta película, desde el punto de vista actoral y desde la composición.

No imaginamos nada, no hay pistas, parecería que nos preparamos para vivir una velada incómoda para algunos pero divertida en términos de lo que se va a ir sucediendo.

Me hizo acordar en su estructura a un bellísimo libro de Ishiguro que se llama Nunca me abandones, en el sentido de que recién bien entrado el relato terminamos de descubrir que algo está pasando, algo grande, que se insinúa pero que hasta que se hace explícito no sabemos qué es.

Por qué pasa esto? Y es una buena cosa de la directora, porque a medida que llegan los amigos a esa fiesta (no hay familia) amigos de toda la vida, del colegio, que vienen con sus hijos y sus parejas, vamos a ir viendo que aquellas cosas no dichas que hay entre ellos, celos, deseos, cuestiones que no están en la superficie, van a empezar a salir, medio forzadas, pero con la ironía clásica del cine inglés.

Y nos va a hacer preguntarnos, por qué se esfuerzan en que salgan? Por qué se imponen esas incomodidades? 

Muy despacio entonces entra en escena lo que va a cambiar por completo el código y el tono que veníamos viendo, muy despacio comienzan a aparecer palabras, sensaciones, miradas en el relato que parecen venir de algo que no está explícito pero que está a punto de suceder.

Algo feo, cruel, apocalíptico.

Entonces esa noche será la última noche, se hará explícito, mejor despedirnos entre amigos, mejor decirnos todo lo que tenemos guardado, mejor hacerlo entre nosotros.

Pero, qué es esa amenaza? El cambio climático hará lo suyo, no podemos precisar la fecha, pero el gobierno ofrece la posiblidad de partir sin sufrimiento, distribuyendo una pastilla para el suicidio controlado.

Horrible.

Trágico.

El tono de la comedia, sin dejar ni un instante la ironía, se hará oscuro y ominoso, y todos aceptarán su destino.

Menos uno de los hijos de la familia anfitriona que cuestiona todo, sobre todo al gobierno, que no cree nada, que dice qué pasa si esto lo vaticinó un científico que ese día se levantó mal, no hay evidenci suficiente.

Es muy interesante pensar en ese momento de poca criticidad de todos los adultos, relacionándolo con la pandemia que acabamos de vivir, cómo aceptamos esas cuarentenas largas, los cambios en nuestra vida, con poca evidencia científica.

Así todos irán resignándose a esas últimas horas, se irán poco a poco a los cuartos que tienen asigandos para irse en familia y de a poco, abrazados.

Una comedia negra, seguro surgida de esa experiencia colectiva de los últimos años, seguro una buena pieza teatral llevada al cine con economía de recursos y con una duración aceptable.

No nos golpea por el tono de comedia que no deja de estar presente, pero nos interpela bastante, nos pone algunas preguntas incómodas adelante de nuestra narices.

El final es aterrador.

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