Birdman
Birdman
La frase que acompaña al título (también en español) es “la
inesperada virtud de la ignorancia” y ayuda mucho a entender esta película de
González Iñárritu.
Al menos esta vez nos propone un relato lineal, pensé, y no
se regocija con esas idas y vueltas temporales que tanto le gustan, los planos,
contraplanos y trucos que conlleva contar como nos sale el relato, apelando
siempre a lo que se nos viene a la memoria como agolpado.
Tampoco hay excesiva crueldad, ni violencia, ni sangre, ni
desgarros del alma.
Se podría decir entonces que estamos ante un relato “normal”
del mexicano? Claro que no, que sea más lineal que lo habitual y que no apele a
situaciones de violencia física no quiere decir que no nos tenga en una tensión
constante durante toda la película.
El problema (buen problema, que se entienda) es que este
director sabe filmar, usa los recursos (a veces demasiado) y entonces cada
viaje que nos propone no puede pasarnos desapercibido, será una marca, un dato
distinto.
Birdman es una rareza en un concierto de películas parecidas
unas con otras, es una canción escuchada en YouTube. Quiero decir, produce el
mismo efecto, uno se emociona con las canciones, y a la vez ve cómo se produce,
cómo es el que la canta, quién toca el bajo y cómo se mueve.
Es la historia de un actor que conoció la fama al más alto
nivel, al nivel de una celebridad, al encarnar una saga de súper héroe (Keaton
el protagonista fue Batman) y en esa cima de locura se fue desprendiendo de su
esencia, sus amigos, su familia, por pura presión del entorno.
Tanto que hasta parece haber perdido la esencia creativa del
actor.
Del paciente trabajo, del camino, de la lucha con las
fuerzas interiores congeladas en un pasado glamoroso, de la búsqueda de su
esencia actoral será de lo que trata la película.
El reencuentro con el que era antes de ser Birdman, el
padre, el esposo, en el marco de la puesta de una obra de teatro de Carver en
Broadway, adaptada y dirigida por el protagonista.
No hay más secretos que este para entender la cuerda en la
que vibra Birdman.
Cuidada, estética, con una batería inicidental que funciona
a veces como latido de corazón y a veces como orquesta, a veces desnudando lo
que ocurre atrás, en un delgado equilibrio, y a veces apelando a lo onírico, a
lo sorprendente, a lo sobrenatural sin esfuerzo.
Es una buena película, con todas las letras, filmada por uno
de los directores más versátiles y arriesgados de la actualidad.
Un director, hay que decirlo, que puede aburrir cuando filma
arriba de su altísimo ego, pero que sin dudas tiene una cuerda estética y
narrativa que hay que disfrutar.
Un viaje al corazón del que perdió todo con el mareo de la
altura, eso es esta película que está bueno disfrutar desde la ignorancia.
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