The imitation game

The Imitation Game



Parece solo una biopic, un rescate, una reivindicación tardía del genio de un hombre de ciencia, pero encierra algo más complicado, la moral inglesa y su crueldad.
Ese mismo País, esa cultura, capaz de generar en sus entrañas el movimiento Punk, el Rock como expresión más revolucionaria del arte, condenó la homosexualidad hasta fines de los 60, y condenó literalmente a la miseria moral a algunos de sus exponentes más encumbrados en el arte y en las ciencias.
Imitation Game se asoma a la vida de Alan Turing (para muchos el padre de la computadora moderna) un matemático brillante que mitad por la curiosidad que despertaba su excentricidad y mitad por su sobresaliente inteligencia y brillantez, fue el encargado de liderar el equipo de científicos que terminó descifrando el código Enigma, el famoso modelo de encriptación de mensajes que los alemanes utilizaron en la Segunda Guerra Mundial para despistar a sus enemigos con sus mensajes interceptados.
La película nos asoma a esos días durante la guerra, la desesperación de los altos mandos por no poder descifrar el código (con las consecuentes pérdidas de vidas que esos errores precipitaban) y el hallazgo de la mente de Turing en el proceso.
La recreación de ápoca está bien, y el trabajo de un ascendente y sólido Benedict Cumberbacht también.
No acompaña la intrigante Keira Knightley, que sigue siendo un enorme misterio para este crítico aficionado. Es un misterio que la llamen para papeles de esta estatura, en donde solo tiene para aportar sus mohines y dientes enormes y en los que no deja nada,  casi nada recordable.
Pero a pesar que la película recorre esos momentos de tensión entre el apuro por descifrar el código, la inversión en equipo y personal del ejército y gobierno inglés, las intrigas cruzadas de los equipos de inteligencia del MI5 y la crueldad de la guerra, hay un trasfondo más desgarrador todavía, insinuado de manera sutil por el director, y es este tremendo tema del tratamiento social de la homosexualidad en UK.
Está presente en la personalidad de Turing, en el casamiento ficticio con la matemática que lo secunda (una especie de asociación de mentes brillantes) y también en el final desesperado de sus días (la persecución policial del hombre que salvó vidas y dejó un legado de tecnología enorme que todavía es valorado) solo por el pecado de ser homosexual activo.
Hay una buena composición del siempre correcto Mark Strong, como un agente secreto que es uno de los pocos que creerá en el proceso de trabajo de Turing, que consistió fundamentalmente en crear una máquina carísima (100000 libras de la época) para trabajar de manera mecánica una serie de impulsos eléctricos capaces de, con los comandos correctos, emular durante todo un día de trabajo, el proceso de codificación de Enigma, que se recodificaba todos los días.
Ese trabajo contrareloj está bien retratado, lo mismo que la personalidad antisocial de este egresado brillante de Cambridge, y su perfil de liderazgo basado en la brillantes de sus procesos mentales como experto en descifrador de rompecabezas, no como líder de equipos de trabajo.
Pero reitero que el retrato más interesante, el que más nos hace reflexionar es el social y cultural, vinculado a la homosexualidad.

Es entretenida, y nos deja asomarnos a esta mente tan influyente en nuestros días, sus motivaciones y sus desgracias, aunque lo hará siempre de manera limitada y mezquina.

Comentarios

Entradas populares