Whiplash
Whiplash
Talento o trabajo? Se puede lograr lo inesperado solo con
confiar en el don, o es necesario sangrar, dejar la vida y llevarnos al límite
de lo físico y lo emocional para lograr que el artista saque aquel plus que lo
hace distinto?
De eso va Wiplash. Y está bien como reflexión.
En la música, el talento está o no está, pero la magia, el
plus que hace que alguien se convierta en Davis, en Coltrane, en Mingus, parece
venir de otro lado.
Un joven aspirante a baterista enrolado en una prestigiosa
escuela de música emprende ese difícil camino de convertirse en algo más que un
músico de sesión, quiere convertirse en póster, en tapa de disco, en un
distinto. Y está dispuesto a todo para lograrlo.
A sangrar, a enfrentar a su familia que no termina de entenderlo,
a renunciar al amor de la chica que le gusta, solo para estar más horas
intentando lograr el doble swing soñado, el tempo perfecto, la virtuosidad.
La vara es alta, pero no es altísima, es un profesor de esa
casa de estudios, famoso por su mal humor y su impaciencia, pero que en el
fondo es solo eso, un profesor exigente. Un malnacido que se empecina en el
método del escarnio diario, del sacrificio extremos, del ahogo, de la violencia
emocional y física.
Los genios son genios cuando un hecho inesperado, una
pirueta del destino, un límite cruzado con maestría, los hace recibir de
genios.
Y parece ser, al menos esa es la teoría que abona la
película, que ese momento de iluminación, de epifanía, llega siempre de manera
tumultuosa, tortuosa, compleja.
Ese es el clima que se respira en toda la película.
Opresión sin límite.
Cansancio que se sobrepone y más violencia.
Buen trabajo de JK Simmons, a quién hemos visto haciendo
tantos buenos roles secundarios, entrañables, complejos, y que encarnando al
señor Fletcher sobresale por su equilibrio emocional delicado y su particular
manera de ver al talento y hacerlo salir de los talentosos.
Está bien la película, pero no es un relato ni abundante en
sorpresas cinematográficas ni en grandes desplazamientos.
Es más bien una película de “cámara”. Un duelo permanente de
actores, de actuaciones, de situaciones que tironean todo el tiempo alrededor
de la pregunta básica.
El trabajo como pilar del arte.
La dedicación, el sacrificio extremo.
No hay espacio para gozar.
Hay espacio para la violencia psicológica, la traición y la
desdicha.
Hasta ese final inesperado, nada sorpresivo, pero
inesperado, en el que el profesor parecerá tener razón. El mejor solo saldrá de
un hecho desgraciado y una traición exrtrema.
Hay que seguir al joven Miles Teller.
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