American Made

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El gringo que entrega, dice todo el tiempo Barry Seal, protagonista de esta historia a la medida de Tom Cruise y su sonrisa eterna. Acción, tiros, y un sustrato histórico que la hace interesante

6 Butacas



Los fabulosos años 70 y 80, con sus depósitos en efectivo y pocos controles de todo tipo. Cuando el mundo se desperezaba de Vietnam, Jimmy Carter le ponía el pecho a una etapa de restricciones en la economía y latinoamérica se hundía en la sombra de sus dictadores y sus violaciones a los derechos humanos, son el telón de fondo de esta película a la medida del carismático Tom Cruise.

Que se mete en el traje de Barry Seal, un personaje de la vida real que, de ser un piloto de la TWA un día es reclutado por la CIA para una misión especial (sacar fotografías en centroamérica de las operaciones de los rusos en la zona) y termina, por ese vértigo de las drogas y los billetes, metido hasta el cuello en operaciones cruzadas en donde su vida correrá peligro permanente.

El trasfondo de la película, el paso de Carter a Reagan y los hechos en los que Estados Unidos se vio envuelta en esa era, Contras Nicaraguenses, la invasión de la cocaína de la mano del Cartel de Medellín y Pablo Escobar, las operaciones con el General Noriega en Panamá (todas operaciones que se dan en el lapso de pocos años) está contado con alguna picardía especial para la trama, pero con rigor histórico innegable.

En ese mundo, tan particular, en el que llovían los billetes sin declarar, el personaje que encarna Cruise, cruzaba los cielos llevando todo tipo de mercadería indetectable, inconfesable, y cobrando por ello dinero grande.

Su vida y peripecias abarcan tres presidencias, y sobre todo, mucha pero mucha sangre y tráfico de influencias.

Al bueno de Seal solo le interesaba el servicio patriótico que creía que brindaba, pero sobre todo, los dineros que le reportaban los trabajos extras que hacía, aunque estos se dieran de cabeza con las operaciones secretas que le mandaba la CIA.

El personaje existió de verdad, menos glamoroso claro, y fue célebre en los cielos y en las rutas clandestinas de esos años de rock and rol en los que los límites se cruzaron todos, en nombre de la guerra fría y los millones.

Interesante para ver, para distraerse, divertida, para los que teneos memoria de la época, nos vamos a divertir reconociendo personajes que tanto nos sonaron en esos días, como Oliver North el general o ver el crecimiento de Noriega, el joven George Bush visitando a su padre en la Casa Blanca cuando era el vice de Reagan o los discursos presidenciales que dan marco histórico a la narración.

En definitiva, Cruise es, salvando las distancias, una especie de Adrián Suar eterno.

Su sonrisa está hecha para la pantalla, y lo abarca todo.

Es divertida.

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