Baby Driver

Baby driver

Entretenimiento musical en un acto largo. Persecuciones que no vibran, ironía que no llega y registro fallido, solo para ver un rato a John Hamm y su presencia en pantalla, y casi una despedida para Kevin Spacey.

4 Butacas



La película, de "tiros, líos y cosa golda..." diría el querido Oaky en las aventuras de Súperhijitus, no encuentra nunca su regsitro adecuado. Por los diálogos parecería ser una comedia que se burla de los asuntos de los asaltantes de bancos sofisticados, pero cuando brota la sangre ya no es tan graciosa.

Un team especial de ladrones de bancos, comandado por un brutal y despiadado Kevin Spacey en quizá su último rol para el cine (antes de la catarata de denuncias por el me too que afecta a toda la industria de Hollywood) cuenta siempre con elencos de malechores rotativos, pero con un elemento constante, el chofer, el mago del volante.

Este joven, entendemos, ha cometido un error en el pasado y lo paga con trabajo, alguna vez le robó sin conocerlo al astuto Spacey y a partir de ahí trabajará para sus atracos encabezando con su pericia para manejar, las huídas mas espectaculares.

Este esquema funcionará bien hasta que estén a mano, luego de lo cual descubrirá que ya no podrá zafar de trabajar para su patrón del mal.

En medio de ese descubrimiento, la película nos mostrará que el jóven es tan concentrado para el manejo, porque tuvo un accidente de auto en el que murieron sus padres, y está todo el tiempo con auriculares puestos y escuchando música fuerte, ya que tiene un zumbido permanente en sus oídos del que solo zafa con música.

Los malos son varios, pero John Hamm y Jamie Foxx son de los más destacados.

No hay mucho más que eso, algunas escenas de persecusión, una historia de amor en el medio del chico al volante con una camarera que es su esperanza de salirse de esa vida, millones, balas, traiciones y muchos muertos. Condimentos de una película entretenida por la banda de sonido y algunas actuaciones que nunca terminan de tomarse en serio.


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