El rapto

El rapto

Es una de esas películas que uno quiere de antemano que funcione bien, porque está basada en un buen libro que a su vez está basado en una historia de vida nada común, porque está bien elegido el elenco y porque todo lo que se escriba y se filme sobre esos años en los que transcurre la historia nos ayuda a entender.


5 Butacas



Pero de todos los motivos, el único quizá que no nos defrauda es el actoral, porque sobre todo Andrea Garrote y Rodrigo de la Serna, logran dos extraordinarias actuaciones.

La vuelta al País de los exiliados en 1983 es el principio de la película, la vuelta en ese avión en el que todos fuman y toman, que se parece mucho a ese interior de avión en la película Argo de Affleck (cada uno entenderá por qué), es un gran disparador para la historia.

Ahí vienen Julio Levy (de la Serna) con su esposa (Julieta Zylberberg) e hijos chicos. Llegan aun País que está despertandose de una pesadilla, con el desafío enorme de volver a encajar, de volver a insertarse en una sociedad que es distinta de la que se fueron.

Pero ese inicio se desmorona cuando el relato empieza a andar, porque enseguida Julio vuelve a trabajar en la financiera familiar, con su padre y hermano, que no se exiliaron, y parecería que ya está todo superado.

Lo que ocurre enseguida es que secuestran al hermano de Julio (Germán Palacios) y todo se pone patas para arriba en la familia.

Pasan los días, y ponen plata para pagar el rescate y no pasa nada, no aparece. Con la deseperación comienzan a aparecer personajes turbios, la famosa mano de obra desocupada que se aprovecha de la situación y les saca plata sin llevarlos a ningún lado.

Es una buena pero incompleta pintura de época, esos años en los que la democracia se abría paso, pero en los que las oscuridades todavía estaban ahí, acechando.

Nos acordamos de esos secuestros famosos, sonoros, que terminaron casi todos mal por impericia de los que buscaban o solamente porque así debía ser como mensaje.

La película deja de lado el costado familiar, tipificar a la familia protagonista, que solo los pinta como financieros de origen judío sin vínculos con la política.

Hay algo que no termina de revelarse, el relato del secuestro y la búsqueda se lleva mucho tiempo, no terminamos bien de entender por qué pasan las cosas y entramos en un bache narrativo que solo salvan algunos momentos de buenas actuaciones.

Está muy desaprovechado y deslucido el momento en el cual interviene el Presidente Alfonsín, que aparece hasta timorato, cosa que no era bajo ningún punto de vista.

Es una película cuyos planteos iniciales y la historia que conocemos y que la precede, le ponen una vara muy alta que nunca alcanza.

En el final, el cierre con una vieja grabación casera de los dos hermanos cantando a dos guitarras "No te dejes desanimar" de la Máquina de hacer pájaros, es quizá el mejor momento cinematográfico, el que logra transmitirnos más de lo que solo dicen los textos.

La escena crucial de Julio, que no vamos a contar pero que imaginan, tiene sus momentos interesantes, que de alguna manera nos hacen acordar a una escena de similiar factura que protagonizó Zero Mostel en The Front, de Martin Ritt. Cosa de cinéfilos.

Comentarios

Entradas populares