Manhunt

Cada tanto la producción de Estados Unidos nos entrega una ficción histórica, que aporta nuevas miradas, nuevos enfoques sobre un hecho histórico del pasado reciente o, como en este caso, de hace dos siglos atrás.

8 Butacas




Hemos visto tanto material sobre el asesinato del presidente número 16 de los Estados Unidos, Abe Lincoln, películas dedicadas a su figura, a su legado (una muy buena hace unos años con Daniel Day Lewis que seguro todos recordamos) que parece que no nos puede asombrar o entretener nada.

Pero Manhunt, esta miniserie de 7 capítulos de Apple+ nos deja pegados a la silla.

El protagonista absoluto será un leal a Lincoln, su ministro de guerra, un excepcional actor, Tobías Menzies. Vamos a ver cómo, a fuerza de flashbacks y narración en off, ese vínculo que arranca como político se va transformando en un vínculo de gran confianza, mientras estamos en las horas decisivas del final de la sangrienta guerra secesionista americana.

Lo que queda después de esa guerra es puro resentimiento, heridas fuertes que sabemos que tardaron años en cicatrizar.

En medio de ese proceso, y de la difícil tarea de lo que llamaban "la reconstrucción", que implicaba entre otras cosas la restauración (con tierras y trabajos) a la población negra por sus años de esclavitud, un proyecto que buscaba la integración del País bajo un nuevo orden.

En ese proceso, una noche mientras veía desde un palco una obra de teatro con su esposa, en el Teatro Ford de Washington DC, Lincoln es asesinado con un tiro en la nuca.

El asesino, un actor muy afamado en la época llamado John Wilkes Booth, es la cabeza, el ejecutor de un plan mucho más grande, saltará al escenario desde el palco y hará su saludo a la multitud que no puede creer lo que está viendo al grito de Sic semper tyrannis, algo así como así siempre con los tiranos.

Lo más interesante, ya que la historia la sabemos, es el proceso de búsqueda del matador y de sus cómplices y sobre todo, lo que se va desarrollando como caso, que terminará en un intento de probar una Gran Conspiración, así con mayúscula, que terminará involucrando al presidente anterior en el complot.

Se convierte entonces en un buen thriller de época, muy bien ambientado, oscuro y barroso, que se va desarrollando con los cánones de esta época en términos narrativos, pero ambientados ahí, en esos días en los que todo estaba en formación.

Las actuaciones son sólidas, no solo la del protagonista, todos están a la altura, y la dinámica de la historia es muy interesante y atrapante.

El final es también fuerte, no todo lo conmovedor que podría haber sido, ya que el proceso se resuelve rápido, para dar un ejemplo de que no se permite en Estados Unidos atentar contra el sistema democrático, y también es interesante la decisión de sacar el caso de la justicia ordinaria, en donde todo el mundo tiene claro que el caso naufragaría, para llevarlo a la justicia militar (nos recuerda el caso inverso de la película Argentina 1985 y el juicio a las juntas de comandantes en el País).

Hay para todos los gustos en la resolución del caso, primero la cacería de Booth y uno de sus cómplices que lo ayudaba en su vía de escape.

También todos los que lo ayudaron en su viaje a Richmond, que pensaba iba a ser triunfal, ciudad en la que los confederados eran mayoría.

Booth es abatido en su cacería, el cuerpo dispuesto de manera que nadie pueda peregrinar a buscarlo o reivindicarlo, los cómplices y organizadores son colgados (alguno zafa) pero no hay pruebas suficientes para condenar a los verdaderos cerebros del asesinato, los empresarios que aportaron los recursos, y el ex presidente Davis que lo instigaba.

Más allá de los detalles históricos es una miniserie muy bien hecha y muy entretenida.


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