Rustin

Barak y Michelle Obama producen, hay música de Brandford Marsalis, una canción de Lenny Kravitz, una historia real y un personaje entrañable, pero aún así no nos conmueve.


5 Butacas



Bayard Rustin fue un activista apasionado, inteligente, organizado, adelantado a su época en los métodos y en las ideas.

Negro, homosexual, pacifista, fue amigo del Dr. Martin Luther King y un revoltoso andentro de las organizaciones negras (aun para los más aguerridos como los Panteras Negras) fue un tipo incómodo, difícil de llevar, pero uno de esos contagiosos motores para que sucedan cosas que pongan arriba de la mesa, en la opinión pública, la locura del racismo.

Ya se habían producido hechos importantes, Missisipi, Georgia, Alabama, momentos límite en la locura irracional de la discriminación y la barbarie.

Ya estaban los hermanos Kennedy en la cima del poder, sguía Edgard Hoover espiándolo todo y la opinión pública se conmovía, pero las leyes no pasaban.

Encima de todo esto, las organizaciones de los negros (demasiadas) se corrían a los empujones por espacios de poder y miradas de corto alcance (cargos, influencia).

Entonces Rustin tiene esa idea descabellada de presionar de una manera que nunca se había hecho, hacer la marcha pacífica más impactante y numerosa que se había hecho nunca, marchando al National Mall, el corazón de Washington DC que arranca en el memorial de Lincoln y termina en el de Jefferson.

100.000 personas, de todo el País, era el anhelo, la locura.

La película cuenta todo ese proceso, la vida algo desprolija de Rustin, como esa vida conspiraba contra su liderazgo, su voluntad, la claridad de lo que imaginaba como un hecho histórico, y su poder de organización y de contagio para que otros hagan.

Su relación de vaivén con el Dr. King, eran amigos pero se distanciaban y volvían a unir por la poca disciplina de Rustin, y el apoyo definitivo que este le da para que siga adelante con esa organización.

Fue sin dudas un evento memorable, que sucedió hace 61 años (60 al momento del estreno) y en el que Martin Luther King ofrece su discurso definitivo: I have a dream.

La película no logra ser emotiva, y hubiera estado muy bien y muy lícito apelar a eso.

Se pierde un poco en exhonerar al protagonista, como si hiciera falta, y en contar con detalle la historia, que tampoco hacía falta, está en los libros.

Está muy bien actuada, con un trabajo extraordinario del protagonista, Colman Domingo, y con participaciones muy logradas como la de Chris Rock o el actor que interpreta al Dr. King.

Pero no hay mucho más que eso, es una especie de biopic de un personaje muy clave en la historia por los derechos civiles, que se pierde en detalles innecesarios.

Fueron 250.000 los que marcharon pacíficamente, desafiándolo todo, con sabiendo en los huesos que cualquier chispa desataría un incendio. Negros y blancos juntos, un mar de gente.

Lo más frustrante es que la marcha en si misma, con la mezcla de escenas de la época, se desarpovecha mucho, es corta, es mezquina, y tampoco muestra al discurso como lo vimos, con toda esa pasión y profundidad.

Queda como si solo hubiera sido un logro de la logística, cuando fue una marcha bisagra en la historia.


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