Lincoln
Lincoln
Lincoln no es una gran película. Es una película grande.
Para ser claro, Spielberg, toda la industria, todos los
extras y los vestuarios y los asesores históricos, un reparto que incluye a
Sally Field y Tommy Lee Jones, es decir, todo lo que una biopic sobre semejante
prócer necesita y requiere.
Lo que no la hace una gran película es que nos cuenta un
solo episodio histórico (enorme por su significado pero muy corto en el tiempo)
la votación de la decimotercera enmienda a la Constitución de los Estados
Unidos, nada menos que la que logra abolir la esclavitud (y en cierta manera
termina con la guerra de secesión, que duró más de 4 años) pero que nos muestra
a un personaje en muy pocas semanas. Demasiado poco para construir un retrato.
Es cierto, hay que ir con mucha información previa, y para
nosotros, los que no cursamos historia en la primaria en Estados Unidos, hay
mucho que falta.
Lo que verdaderamente sostiene cada segundo en la pantalla
es la colosal actuación (una vez más) de Daniel Day Lewis encarnado a Abe.
Su cansancio, su cansancio moral, sus obsesiones, sus
tristezas profundas, su mirada sobre la guerra y sobre el comercio de esclavos,
sus convicciones, su arte política, su filosofía, están retratadas en cada
segundo de su actuación.
Pero la película es eso, son esos momentos de reflexión de
su personaje desgarbado arrastrando los pies o caminando con parsimonia por los
pasillos de la casa blanca.
Hay una buena (es Spielberg) recreación de época. Con una
Casa Blanca sin rejas protectoras, y con gente accediendo temprano a dejarle
una carta al presidente o pedirle un favor, como si fuera el despacho de Hugo
Curto en Tres de Febrero.
Y esa decoración y el frío de las habitaciones. Esos
detalles son muy creíbles y hacen al clima general de la película.
Pero no deja mucho más. Algunas enseñanzas, como comprobar
que el arte de dar vuelta una elección punto por punto en el congreso siempre,
desde los comienzos de la historia, requirió de artes poco claras, lobistas
capaces de todo y favores.
Pero son anécdotas, pudo hacerlo, y cuando vio realizada su
obra más importante, alguien le quitó la vida (de lo que nos enteramos en la
película por un aviso en otro teatro, no en el que lo mataron).
Está bien. Creo que hay que solo concentrarse en esa
anécdota (importante, pero anécdota al fin en la vida de un político) que es
casi con exclusividad lo único que se narra en la película, de la votación por
la 13 enmienda, y esos increíbles pincelazos de personalidad, que salen de la
paleta de un actor diferente y mágico, como es el irlandés.
Está bien, pero seguro defrauda al que va a buscar un relato
de la vida de uno de los presidentes norteamericanos más conocidos por todos.
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