Irrational man

Irrational man



Woody Allen y sus fantasmas, su método, sus bandas de sonido, sus lados más oscuros, sus giros insospechados, sus diálogos inteligentes hasta el absurdo. Siempre Woody, demos gracias por eso.

Es cierto, es un realizador increíblemente prolífico, está en sus 80 años, y aunque pensemos que es la última, su creatividad es inagotable.

Irrational man es, después de una de esas películas extrañas con que matiza su producción (Magia a la luz de la luna) o las fuertes Blue Jasmine (hermosa) o Midnight in Paris, que lo reconcilió con el éxito de taquilla, es una película de esas en las que todo puede pasar, sin sobresaltos, sin estridencias, pero con una marcha firme hacia el abismo o el absurdo.

Joaquín Phoenix es un profesor universitario de filosofía, vacío de sentido y de entusiasmo, enredado en los libros, papers y clases de los maestros de la filosofía, es esperado en Newport, en una de esas exclusivas universidades de la costa este de los Estados Unidos.

Es esperado precedido por sus andanzas y sus excentricidades de hombre soltero y vacío.

Su desesperanza y sus vicios.

Cuando comienza a dar clases, vive romance con dos mujeres al mismo tiempo, pero que le llegan de manera distinta.

La bella Emma Stone, que es su alumna más destacada (y enamorada) y una colega también desencantada de su matrimonio, profesora de química.

Un hecho fortuito (muy Allen) lo hará escuchar una conversación que lo motivará a tomar acciones, a pasar de la filosofía a la acción.

Un dilema moral, también tan propio de su cine. Y el acto que lo consuma.

Y luego, una espiral de complicaciones derivada de un asesinato.

Que será la perdición, pero que por un momento le devolverá al cansado profesor, la energía que creía perdida.

Reflexión sobre el vacío, las relaciones, la filosofía, la moral y la vida. El amor y el extraño mundo de las sensaciones.

Woody Allen produce una película por año, siempre. Unas están allá arriba, son hermosas visualmente, taquilleras, logra que actores y actrices se luzcan componiendo personajes inolvidables. Todas tienen algo en común, la honestidad del que cuenta historias sin otra pretensión que esa. Contar una historia que te desafíe, que te movilice, que te haga reír de a ratos, pensarte en esos zapatos, cambiarte el humor.

Y lo logra con creces.

Algo que te devuelva las ganas de vivir, de enamorarte, de escuchar música, escribir poemas, aunque el gatillo, el motor, venga de tu lado más oscuro.

Ben por Allen, por su pluma, por sus actores y sus bandas de sonido.

Bien por el cine.

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