A star is born (Nace una estrella)

A star is born (Nace una estrella)

La historia de amor a la que siempre recurrimos, y siempre funciona.



8 Butacas




Es todo un reto ese de volver a hacer esta película. Porque si bien las versiones se hicieron con saltos bastante apreciables en el tiempo (la última es de 1976) el desafío es captar la época, desarrollar la historia en medio del clima de época, sus costumbres, sus mitos y sus velocidades.

Esta vez es Bradley Cooper quien se pone tras la cámara, y a la vez protagoniza, y es Lady Gaga la gran apuesta, y la gran sorpresa de la película.

Cooper toma el papel del cantante, famoso, popular, Jackson Maine, que en medio de una de sus más exitosas giras por Estados Unidos, se escapa una noche a un boliche trans en busca de más alcohol para calmar sus demonios.

Un personaje adivinable, pero bien compuesto, que tolera la fama con tranquilidad, pero a un costo altísimo de autodestrucción.

Pero esa noche le tendrá reservada una sorpresa, una aspirante a cantante, con una demasiado auténtica para ese escenario donde todo se finge, y demasiado poderosa para que pase desapercibida.

Lady Gaga, la camaleónica, la más vendedora, la que canta bien con Tony Bennet y con 50 bailarines detrás, la que toca el piano y es capaz de ser tan camaleónica como estos tiempos nuevos mandan, será esa cantante novata, que además escribe y se llama Ally, solo Ally.

El consagrado entonces verá en ella alguien a quién ayudar a crecer en lo artístico y alguien a de quién enamorarse.

Esa primera noche es para ambos un loop interminable.

Un amor que se transmite de manera ideal en la pantalla, nos creemos esa historia a fuerza de buena actuación y de dulzura. Sobre todo hipnotizados por la sonrisa de Cooper, sus ojos al borde del colapso, sus tambaleos, y la sonrisa ladeada de Lady Gaga, que sin maquillaje es más hermosa y más natural que cualquiera.

Luego estará su voz. Potente, dulce, carismática.

Y el desarrollo de una historia que, no por conocida nos deja de atrapar de nuevo.

Trabajada a fuerza de viajes en moto por carreteras desiertas, paradas para comer y conocerse más, escapadas, mimos, arrumacos y debut de ella en una circunstancia sorpresiva.

Ella crecerá, será popular, famosa tanto o más que él, y él no podrá con sus demonios, con sus bajones.

Lo intentará todo para salvar el amor. Lo intentarán todo.

Es una hermosa historia de amor, y en esta versión (como la del 76) un musical con sentido, que integra las canciones a la historia, las mimetiza, las hace parte del diálogo, resistiendo la mera decoración o acompañamiento. Acá son parte fundamental de una trama sencilla pero de hermoso impacto emocional.

Nos reconcilia con esa parte soñadora que seguro conservamos, nos pone en estado de gracia varias veces, y nos hace pensar acerca de la fama, los caprichos de una industria en la que los artista pocas veces manejan a su voluntad, y nos muestra dos costados muy interesantes de la pareja protagónica: La pericia de Cooper como director (y guionista), que logra unos climas muy valiosos en el relato, y la polenta interpretativa de Lady Gaga, una verdadera aplanadora en la pantalla.

Solo hay que dejarse llevar.

El año pasado La La Land reintrodujo de alguna manera el género musical a las grandes ligas.

Este año con Nace una estrella sigue la tendencia que tantas buenas cosas produjo en la década del 50.

Es muy bienvenida la vuelta

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