Narcos (México)

Narcos (México)

La fórmula exitosa de la saga de Colombia y sus tres capítulos, en Guadalajara, adonde se forjó el cartel de la marihuana más famoso.


6 Butacas



El modelo es idéntico a los exitosos anteriores, centrarse en el cerebro de las operaciones, en su camino a la cima del poder y del dinero, y desde allí observar su caída, con el accionar de la DEA en el medio.

Funcionó con Medellín y Cali, por qué no iría a funcionar con Guadalajara.

Diego Luna compone al capo Miguel Ángel Felix Gallardo, un capo atípico, más parecido a los hermanos fundadores del cartel de Cali. Sofisticados, de manejo sutil y de mirada de negocios y en este caso de alta política, más que de pandilleros que se ensucian las manos en la batalla.

Ese medio tono, ese susurro, es el estilo del personaje de Luna, que desde su trabajo de policía en Sinaloa, trabajando en ambos lados del mostrador, y con la ayuda de un socio que sabía de siembra de la planta de cannabis, se irá abriendo camino y de a poco conformando un conglomerado dedicado a la exportación de marihuana a sus vecinos.

Como en los casos anteriores, iremos descubriendo la historia con una narración en off, y siempre desde la mirada de los que cuentan, es decir, la DEA norteamericana.

Le agrega en este caso, así como en los anteriores fue el Agente Peña, la historia del agente Camarenna, que está interpretado por el correcto Michael Peña.

En los 10 episodios veremos toda la historia del Gallardo, su comienzo tímido en Sinaloa en medio de una redada, su mudanza a Guadalajara, su ascenso bajo las órdenes de un capo provinciano y despiadado, hasta que consigue que su idea se abra paso entre los capos que buscaban un organizador.

Cómo va cubriendo ese rol, de quién se rodea, las ideas que va concretando, son datos históricos y muy bien contados, aunque en esta versión con menos imágenes de archivo, que hicieron tan interesante las temporadas colombianas.

Luna compone un personaje muy medido, refinado, silencioso, con un estilo de mando sin fisuras, pero algo dubitativo, hasta que sus explosiones de ira, contadas, lo acercan más al estereotipo de villano necesario en la historia.

Mientras tanto, la mirada gringa de los hechos, al tenerlos tan cerca, hace que por momentos la historia tenga una corrección nada creíble.

La plantación de marihuana más grande que se tenga vista, la ambición del protagonista que ya no se conformará con su reinado y querrá anexar la coca colombiana, el manejo de la frontera con Estados Unidos, la porosidad de una clase política mexicana ancestral y hereditaria, en la que todo tiene un precio, son temas que cruzan la trama principal y le otorgan algo de atractivo a la historia.

No hay mucho más en esta versión.

Hay menos violencia que en las anteriores, se pierden un poco algunos hilos narrativos, y por momentos se hace algo repetitiva.

La comparación con los capítulos colombianos no ayuda, porque parecería que este cae en una especie de letargo lento.

Hay algunas cosas muy bien logradas, entre ellas, cuando Félix va a negociar con Cali para transportar su cocaína y es raptado para que también vea a Pablo Escobar. 

La participación de los actores que interpretaron a esos capos es un gran guiño al espectador, que disfruta de esos minutos de aquellos personajes de nuevo en escena y fieles a sus composiciones.

Luna está muy sobrio en el papel, quizá demasiado, y Peña es muy efectivo. 

El resto del elenco es, como en toda la saga, muy ajustado, y en algunos casos con asombrosos parecidos con los protagonistas reales de la historia, tentación a la que, como en las anteriores, no podemos resitirnos.

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